Resueltas las dos consultas partidistas que estaban pendientes, y conocidos los primeros resultados de la gran encuesta nacional sobre preferencias electorales, es evidente que del abanico general de candidatos sólo dos tienen verdadera opción de llegar a la primera magistratura. Está claro que el apellido del próximo Presidente comenzará por San, bien sea para 'Sanarnos' o para 'Santificarnos' a los colombianos. Está también claro, que el candidato del Partido Verde está ídem, pues en menos de seis semanas resulta casi imposible subir significativamente del 10 por ciento de respaldo. Lo que no está claro es si el nuevo Presidente va a ser hombre o mujer, aunque afortunadamente, en este sentido no se vislumbran más posibilidades.
En las elecciones presidenciales del 2002 y el 2006, el tema más sensible para la mayoría de los colombianos fue el de la mano dura frente al desafío de las fuerzas del mal, y a pesar de que el objetivo de exterminarlas está lejos de cumplirse, ahora el tema económico es el que adquiere la mayor relevancia, más aún, después de conocerse el mediocre desempeño de la economía en el 2009 (retroceso en el PIB pér capita).
En este orden de ideas, sería conveniente que los candidatos más opcionados nos dieran a conocer la conformación de sus cuadros de asesores en el campo económico, y ojalá el nombre del futuro zar de las finanzas, en el escenario de que el uno o la otra resulte elegido. En términos prácticos, reviste más importancia la escogencia del ciudadano o ciudadana que va a asumir como Ministro de Hacienda que la de la persona señalada para fungir la decorativa figura de la Vicepresidencia. Muy seguramente por esta consideración, uno de los candidatos que, hoy por hoy, registra muy bajo en las encuestas, había anunciado que su fórmula vicepresidencial -mujer por demás muy valiosa- ocuparía también la cartera de Hacienda y Crédito Público.
Siendo sinceros, es muy difícil imaginar que quien resulte elegido en segunda vuelta vaya a designar para tal fin a una persona de sus afectos, pues no está claro si le estaría haciendo un bien o un mal. He aquí otra encrucijada en el alma, ya que uno no puede trabajar con enemigos, pero tampoco puede desearles el mal, ni mucho menos causarles daño a sus amigos.
Lo que se viene 'pierna arriba' al futuro responsable del manejo de las finanzas públicas no es cosa de poca monta. Miremos no más el espinoso asunto de la deuda pública en pesos, y qué tanta preocupación suscita en el seno de los observadores internacionales. Esta deuda asciende actualmente a la inquietante cifra de 118 billones de pesos (con b minúscula y con doce ceros), pero lo más grave no es el monto como tal, a pesar de que prácticamente, duplica el componente externo de la deuda total, sino los compromisos que en el inmediato futuro esa deuda tiene previstos.
De los 118 billones de pesos reportados, 63 (o sea el 53 por ciento) se vencen a lo largo del próximo cuatrienio y 15 billones de pesos más, en el 2015, para completar dos terceras partes del total, suficiente como para desechar cualquier tentación de meterse en la aventura de una eventual reelección.
Está finalmente claro, entonces, que el nuevo Minhacienda, sin llegar a ser muy cercano afectivamente al Jefe del Estado, pero tampoco un infiltrado de la oposición, deberá gozar de mucho temple y sabiduría, como también de unas buenas dosis de osadía y masoquismo.