Más allá de cualquier sentimiento religioso, este año y la ocurrencia inusual de la Semana Santa en el mes de abril, ha generado mucho ruido y debate acerca de sus efectos en la valoración del Producto Interno Bruto. Un estudio sustentado en elaborados modelos econométricos bajo la orientación de Luis Fernando Melo (ilustre investigador del Banco de la República), demuestra que el hecho de que en un mismo trimestre, pero de dos años diferentes no se trabajen el mismo número de días, ello produce un ‘efecto estacional’ que induce a que haya una sobreestimación del producto en el trimestre con más días laborables o, lo que es lo mismo, una subestimación en el periodo con menos días de dicha característica.
Algunos dirán que así como algunas actividades se resienten por ese lapso festivo –especialmente la industria manufacturera–, otras se contagian de efervescencia y frenesí, siendo las más evidentes el turismo local y otros servicios personales. El efecto neto sobre el PIB de estas dos realidades opuestas dependerá claramente de la ponderación que a cada una de ellas se le asigne en el resultado final. Si entidades tan serias como el Banco de la república y el Departamento de Investigaciones Económicas del Banco de Bogotá (Portafolio 21/05/14), están revisando a la baja el crecimiento económico estimado inicialmente en 4,8 por ciento (I/2014 versus I/2013), y, sobre todo, el crecimiento sorprendente de la industria que desde varios años atrás venía en barrena, es porque el tema es relevante y no se limita simplemente a unas pocas sumas y restas.
Afortunadamente, en el 2015 la Semana Mayor va a estar a caballo entre fines de marzo y principios de abril, pero los dos días clave en esta profunda discusión y disertación (jueves y viernes) tendrán presencia en abril. Para el 2015, no habrá lugar a este rebuscado, pues los dos periodos trimestrales (1-2015 y 1-2014) serán homogéneos. ¡Menos mal!
Ahora bien, para salir de este atolladero y aprovechando la actitud abierta y comprensiva que está demostrando y asumiendo el papa Francisco en temas tan candentes como el matrimonio entre divorciados o la posibilidad de que los sacerdotes tengan pareja estable y conformen una familia como la inmensa mayoría de los mortales, no estaría de más una respetuosa solicitud de los Dane de todos los países del mundo occidental, con el loable propósito de decretar un periodo fijo para la celebración de la Semana Santa de aquí a la eternidad.
Recordemos que la fórmula para el cálculo de la Semana Mayor data del año 325 y su inspirador fue el emperador Constantino, llamado ‘el Grande’. Muy seguramente este apelativo se debe al lío en que nos metió a los economistas actuales. Es evidente que en ese entonces (17 siglos atrás), los temas económicos no eran para la humanidad tan relevantes ni acuciantes como lo son hoy. Si antes la física y la astronomía prevalecían sobre cualquier otra disciplina, ahora la economía es la que, cuando funciona bien, derrama bienestar y estabilidad emocional. Cuando funciona mal o es mal dirigida, se convierte en fuente de guerras y conflictos.
Esto, aunado a que la Semana Santa ha venido perdiendo en todo el mundo occidental su carácter religioso, deseable y bienvenida esta ayudita por parte del jerarca supremo de la Iglesia Católica. Jurídicamente, tampoco habría inconveniente, pues bula papal mata decreto imperial.
Gonzalo Palau Rivas
Profesor, Universidad del Rosario
gonzalo.palau@urosario.edu.co