No es fácil para uno como ser humano, sobre todo cuando se cuenta ya con más pasado que futuro, ser testigo o incluso protagonista de algunas experiencias totalmente insólitas e imprevistas. Una primera vivencia reciente de este tipo tiene que ver con el archipublicitado y polémico penalti cobrado por Messi en reciente partido de la liga española. En vez de patear directamente al arco en procura de la anotación, sirvió en bandeja de plata el balón a un compañero para que este se llevase el mérito y la estadística del gol. Debo reconocer que, después de años –o mejor décadas– de practicar y seguir con pasión el fútbol, no tenía ni idea de que ese tipo de jugada fuese lícita.
Descubrir que la jugada es aceptada por el reglamento fue para mí algo tan impactante como cuando en plena infancia el infaltable amigo maloso del colegio me contó la verdad acerca del Niño Dios y su supuesto papel como proveedor de los regalos de Navidad.
"No es fácil para uno como ser humano, sobre todo cuando se cuenta ya con más pasado que futuro, ser testigo o incluso protagonista de algunas experiencias totalmente insólitas e imprevistas".
COMPARTIR EN TWITTER
Más aún: el impacto desestabilizador ha sido superior al que percibí al poco tiempo, cuando el mismo compañero maloso y con inclinaciones al límite de la perversión, me desveló el secreto de que la cigüeña nada tiene que ver con la venida al mundo de niños y niñas. Está bien que estos desencantos o descubrimientos se den en la infancia, o en los inicios de la adolescencia, pero lo del penalti de Messi, a estas alturas del partido, emocionalmente ha sido para el suscrito como una violenta patada en plena espinilla.
La otra experiencia que en esta época me tiene en trance tiene su origen en la noticia de que el Citibank, después de permanecer vigente por espacio de cien años, se va del país.
Que siga con el negocio del llamado segmento empresarial ni quita ni pone al asombro y sensación de abandono en que nos encontramos cerca de cien mil colombianos, personas todas ellas de carne y hueso. Debo confesar que yo tenía una ilusión para el final de mis días con respecto a la relación con esta poderosa institución financiera.
Frecuentemente había soñado que para el día de mis honras fúnebres, el Citi publicaría un aviso de media página en homenaje al suscrito y sobre todo en reconocimiento a la cantidad de comisiones e intereses pagados a lo largo de más de 40 años de vida profesional y laboral.
Ahora, resulta que quien debe dejar constancia de su triste desaparición soy yo y enterrar el sueño del reconocimiento por mí anhelado. La aclaración o salvedad de que la decisión del Citi, de dejarnos desamparados, no es exclusiva de Colombia, sino que se viene aplicando en casi todos los países de la región, no es más que un intento de aferrarse al adagio popular según el cual ‘mal de muchos consuelo de tontos’. ¿En manos de quién iremos a caer esos cien mil fieles y cumplidos clientes? La historia del sector financiero colombiano está plagada de casos en los cuales esos traspasos o reacomodamientos –bien sea por deficiencia en la calidad del servicio del nuevo proveedor o por cambio en las reglas de juego– han traído más perjuicios que beneficios.
Pregunta al margen: si la Bolsa de Colombia es la que más se ha valorizado a nivel mundial en lo corrido del año, ¿por qué una tal calificadora de riesgo nos baja la perspectiva de estable a negativa?
Gonzalo Palau Rivas
Economista
gpalau@cable.net.co