Aunque suene como una misión imposible, a Colombia le llegó la hora de emprender un gran acuerdo por la reforestación y, esto sí con firmeza, contra la deforestación, como un verdadero acto de compromiso con el futuro, de las próximas generaciones, no solo del país, sino del mismo planeta.
No hay que esperar a más cifras dramáticas y calamitosas imágenes que muestran la quema indiscriminada de bosques con distintos fines, pero con mayor énfasis en los cultivos y minería ilegales en toda la geografía nacional. El momento de actuar es ya, y con toda la decisión del caso, pues mientras la deforestación viaja en ascensor, la recuperación de las especies vegetales lo hace por la escalera, generando una peligrosa brecha.
Por si no nos hemos dado cuenta, estamos en una verdadera emergencia forestal, por lo que en adelante no se deben ahorrar esfuerzos, como el que está liderando el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible en el Gran Acuerdo contra la deforestación. Y qué bueno que sea el propio gobierno, bajo la filosofía del uso sostenible de los bosques como factor de desarrollo nacional y escenario de la consolidación de la paz.
Pero, precisamente, es allí donde nace el gran desafío, puesto que la responsabilidad de defender nuestros recursos naturales debe ser colectiva y solidaria, así que llevar a feliz término ese propósito superior nace en los propios hogares colombianos y pasa por la escuela, el colegio, las universidades, la clase empresarial, los gremios y el gobierno, en sus órdenes nacional, departamental y municipal.
Es hora de abordar sin egoísmos y con plena decisión, un gran acuerdo nacional por la reforestación, que, dicho sea de paso, va en línea con lo que hemos denominado ‘La Cosecha del Agua’, pues para nadie es un secreto que entre más afectemos nuestros bosques con la deforestación, mayor riesgo corremos de un desabastecimiento del recurso hídrico en el futuro
En esa misma línea, elementos como los incentivos a la reforestación y, por qué no, reducción de tributos a cambio de siembra de especies que reemplacen y copen las áreas ya deforestadas, tal como ocurre en la modalidad de obras por impuestos, estimularían el reverdecer de los bosques en Colombia.
Desde el gremio de las empresas de servicios públicos, consideramos que la creación de normas efectivas para garantizar el futuro de los recursos naturales en Colombia y la reforestación como una consigna colombiana, son prioridades que se deben acometer hacia la construcción de una política ambiental integral, en la que debemos comprometernos todos los actores de la sociedad.
Los fenómenos climáticos que el país ha experimentado durante la última década no son de poca monta. Para no ir tan lejos, solo en los últimos diez años en Colombia se han deforestado más de un millón de hectáreas de bosque, un área comparable con un millón de canchas de fútbol o, prácticamente, seis veces la extensión del departamento del Quindío.
Además, durante un reciente consejo de ministros, el gobierno se declaró preocupado por el incremento del 32 por ciento de la deforestación en el territorio nacional. Solo esta temporada seca ha dejado un balance de 13.300 hectáreas consumidas por incendios forestales, que se han dado en 319 municipios y se han registrado 718 eventos de esa naturaleza.
Como consecuencia de todo esto, es evidente que la regulación natural hídrica se altera totalmente por la deforestación, ya que los bosques, páramos, humedales, ciénagas, zonas de manglares y riberas de ríos y quebradas –las fábricas del agua– dejan de ser retenedores del recurso para que en épocas secas podamos contar con un flujo adecuado.
Si a esto le agregamos que solo tratamos alrededor del 30 por ciento de las aguas residuales, el panorama se vuelve más complejo porque la escasa agua disponible para consumo humano y usos domésticos está expuesta a altos niveles de contaminación.
Ante estas circunstancias, debe ser un propósito nacional continuo la lucha contra la deforestación. No arrasemos ni un bosque más, ni un páramo más, ni un humedal más. Recuperar las cuencas para la cosecha del agua es esencial, con una acción efectiva de las autoridades encargadas de controlar la tala ilegal de bosques, las actividades extractivas sin autorización y la urbanización descontrolada.
Aquí hay una gran oportunidad, pero esta tiene que abordarse de forma colectiva. La ciudadanía tiene que ser más activa y adquiere importancia la cultura por el agua. Desde los centros educativos en la primera etapa hasta los estudios de posgrado, se debe enseñar el concepto de la sostenibilidad, entendida como el equilibrio entre lo económico, lo ambiental y lo social.