En Colombia discutimos cada semana una nueva reforma: regalías, CAR, justicia, tributaria, pensional. Y cada tanto, la reforma de una reforma reciente, lo que es más preocupante.
Pero hay dos reformas que no parecen estar en la agenda: la de nuestros procesos de decisión social y la de nuestros métodos para ejecutar lo que hemos decidido.
Tanto como en cada análisis sectorial, aquí podemos encontrar ‘instituciones’, no solo formales, que predeterminan, hasta cierto punto, nuestros resultados.
Las formas de tomar y ejecutar decisiones son característica básica de los individuos exitosos: Según Steve Wozniak, la principal cualidad de su exsocio Steve Jobs estaba en la forma como abordaba los problemas y tomaba decisiones. Hace unos años, Luis Carlos Sarmiento confesaba que su ventaja estaba en la velocidad para ejecutar.
Los procesos de decisión social son más complejos y hay que comenzar por admitir que no hay tales decisiones ‘sociales’. Casi siempre hay un único agente que decide.
En otras ocasiones, menos frecuentes, hay una ‘junta directiva’ que interviene. Y con menos frecuencia aún media la ‘asamblea de accionistas’, es decir, nosotros.
¿Cómo estamos definiendo los problemas para nuestras decisiones sociales? ¿Cómo los estamos priorizando?
No del todo bien, seguro en Bogotá, donde mientras discutimos “metro o tranvía”, no logramos evitar que la Circunvalar sea bloqueada por rocas ni mejorar la calidad de los materiales que utilizamos en las calles.
A nivel de país, la protección frente a secuestros, asesinatos y crímenes hechos por grupos armados la abordamos como si la solución fuese: a) firmar un acuerdo con uno -el más grande, el más peligroso-, pero no el único de esos grupos, o b) exterminar a ese grupo ignorando que puede ser sustituido por otro u otros.
¿Cómo reformar la toma de decisiones?
Hay muchas formas: con nuevas formas de escoger a las ‘juntas’, para tener especialistas en los temas (Congreso o concejos con miembros electos para ciertos temas, por ejemplo). O con mejor información disponible para la toma de decisiones (aquí es clave la academia).
O teniendo menos rondas de discusión para las decisiones, pero niveles más altos de consenso requeridos -con lo que deberíamos reducir el número de “reformas a la reformas”-.
Gramalote, la adaptación al TLC y el colapso que se anuncia en el sistema penal acusatorio son buenos ejemplos de la necesidad de la reforma a la ejecución.
¿Cómo mejorar la ejecución? Parte de la respuesta puede ser hacerla más adaptable a los problemas.
(Abordando casos como el de Gramalote con equipos de proyecto específicos en vez de con la organización funcional diseñada para administrar la normalidad).
Parte puede ser renunciar a modificar el concepto en cada etapa de la implementación y por cada ejecutor, como parece que ocurrió con el sistema acusatorio.
Necesitamos mejorar nuestras formas de decidir y ejecutar las decisiones sociales. De lo contrario, no importa cuántos temas abordemos en reformas sectoriales, los resultados no se verán.
Gustavo Valdivieso
Profesor U. Externado - Consultor