Hace poco se revelaron las cifras de empleo en Colombia que indican que si bien hemos tenido un avance positivo en este sentido durante los últimos años, aún hay varios retos para aumentar la calidad y la cantidad de plazas de trabajo en nuestro país. Dos aspectos son fundamentales para mejorar el panorama de empleo: la reducción de la informalidad y la disminución de la tasa de desempleo juvenil, que actualmente se sitúa en el 15 por ciento, constituyendo un porcentaje sustancialmente superior a la tasa general.
Aunque el Gobierno Nacional es consciente de la problemática existente con respecto al primer empleo de nuestros jóvenes y se encuentra desarrollando una iniciativa sólida para fomentar la contratación de bachilleres, técnicos y profesionales, quisiera señalar un aspecto que quizás no se ha debatido lo suficiente y el cual considero que tendría un gran potencial para combatir el desempleo y la informalidad: la promoción del emprendimiento.
En términos generales, los colombianos somos personas creativas, innovadoras y emprendedoras. En el país nacen cada año cerca de 300 mil unidades productivas. Según cifras de la Confederación Colombiana de Cámaras de Comercio (Confecámaras), en el 2014 se crearon 71.613 sociedades, superando en 12,2 por ciento las firmas registradas en el 2013; las restantes 230 mil fueron unidades establecidas como personas naturales. Esta dinámica positiva, observada en los últimos años en la consolidación de nuevos negocios, es producto de los buenos resultados de nuestra economía; los emprendimientos se han presentado principalmente en sectores como comercio, construcción, alojamiento y servicios de comida, industria manufacturera y minería, entre otras actividades profesionales.
De la misma forma en la que se crean esa cantidad de unidades productivas cada año, también un número elevado y creciente cesa actividades. En el último año han clausurado sus actividades productivas más de 100 mil unidades, de las cuales aproximadamente 12 mil son sociedades.
Sin embargo, considero que aún nos falta mucho para formular ecosistemas encaminados a la promoción del emprendimiento, y es sobre este punto en el cual existe una responsabilidad compartida entre el Gobierno Nacional y la academia. Es precisamente debido a la ausencia de un entorno que favorezca el emprendimiento que cientos de negocios dejan de existir, ya sea porque los nuevos empresarios carecen de herramientas para formular planes de negocios, o por las dificultades que tienen que superarse para ser un emprendedor.
En ese sentido, mi opinión es que si la academia promueve la creación de empresas desde tempranas edades y el Estado formula una serie de incentivos y el acompañamiento para que la formulación de negocios sea exitosa, emprender sería una opción viable para nuestros jóvenes una vez terminen sus estudios bachilleres, técnicos o universitarios.
Se ha dicho que un emprendedor nace y que no se hace; sin embargo, desde la academia he podido observar que cuando el emprendimiento se estimula, se incentiva y se promueve, se vuelve una alternativa real para personas que nunca lo habían considerado y se convierte en una alternativa que tiene la capacidad de atacar directamente la informalidad y el desempleo juvenil.
Henry Bradford Sicard
Rector, Colegio de Estudios Superiores de Administración
henry.bradford@cesa.edu.co