Un libro que me ha marcado en los últimos años es El elemento: descubrir tu pasión lo cambia todo, de Ken Robinson. Considero que es una obra invaluable para cualquiera, sin importar su profesión o edad; sin embargo, ahora como rector de una escuela de negocios, creo que es un texto muy valioso para aquellos que tenemos relación con el sector educativo.
Ken Robinson es un docente, escritor, consultor y conferencista inglés, experto en creatividad y educación; es reconocido por grandes aportes a la educación en su país. En nuestro entorno ha adquirido importancia por su charla en TED, ‘Las escuelas matan la creatividad’, que es la más vista en esa plataforma, y gracias a su best seller, El elemento.
En su página web, Robinson asegura que si pudiera resumir la misión de su trabajo en una sola frase esta sería: “transformar la cultura de la educación y las organizaciones con una concepción más rica de la inteligencia y la creatividad humana”. Considera que para triunfar en algún campo no solo es necesario tener talento, sino que es fundamental que talento y pasión converjan en un mismo lugar para que en cada persona fructifique lo mejor de sí misma, brote en ella la inspiración y logre alcanzar los más altos niveles. Ese es ‘el elemento’ o ‘la zona’, como también se ha llamado.
“Todos nacemos –dice– con poderes maravillosos de imaginación, inteligencia, sensibilidad, intuición, espiritualidad y conciencia física y sensorial”. De hecho, cuando somos niños, confiamos tremendamente en nuestra imaginación; no obstante, la mayoría de nosotros, cuando crecemos perdemos esta confianza.
Gran parte de la responsabilidad de que esto ocurra, radica en que el sistema educativo estandarizado, busca que una única ‘receta’ sirva para impartir el conocimiento a todos los alumnos, cuando lo cierto es que todos los seres humanos somos distintos y en nuestra individualidad, tenemos motivaciones y habilidades diferentes y distintos tipos de inteligencias.
Por ello, nuestra educación debería permitir que cada uno de los alumnos que formamos encuentre su elemento: “un lugar donde pasión y capacidad confluyen… Cuando esto sucede, cuando cada uno encuentra su elemento, su estrella comienza a brillar”. Es bajo esta condición que podemos liberar nuestra imaginación, que es el fundamento de todo lo que es única y distintivamente humano… las artes, las ciencias o la filosofía.
En un momento en que afortunadamente la educación se ha convertido en un debate central en la agenda nacional y en el que estamos apuntando a ser la nación más educada de la región en 10 años, mi invitación es a que tengamos en cuenta las enseñanzas de Robinson y nos permitamos analizar modelos que fomenten el individualismo en los procesos de aprendizaje, que despierten la curiosidad de los alumnos a través de la enseñanza creativa y que se centren en estimular la imaginación del alumno a través de procesos didácticos alternativos.
Quisiera terminar con otra frase de este libro, que considero muy adecuada para este momento de Colombia: “dados los desafíos que enfrentamos, la educación no tiene que ser reformada –necesita ser transformada–. La clave de esta transformación no es estandarizar la educación, sino personalizarla, para construir el sentido del logro con base en el descubrimiento de los talentos individuales de cada niño, para poner a los estudiantes en un entorno en el que deseen aprender y en donde se puedan descubrir de forma natural sus verdaderas pasiones”.
Henry Bradford Sicard
Rector del Cesa