José Antonio Ocampo acaba de lanzar en Colombia su libro El Desarrollo económico de América Latina desde la independencia, escrito con su colega uruguayo Luis Bértola y publicado en México por el Fondo de Cultura Económica. Sobra referirse al rigor científico y a la seriedad de los trabajos del reconocido economista colombiano, pero es oportuno anotar que esta obra obtuvo el premio Jaume Vicens Vives 2012, otorgado bianualmente por la Asociación Española de Historia Económica al mejor libro de historia económica de España o Latinoamérica.
Como anotan los autores en su introducción: “… este trabajo recoge y presenta muchos avances en el plano de la discusión sobre instituciones y desarrollo, desarrollo humano, niveles y disparidades del ingreso, desarrollo tecnológico, volatilidad financiera, contabilidad del crecimiento, así como aportes más recientes a debates antiguos, como el relativo a los términos de intercambio y su relación con la tendencia de los precios reales de productos básicos”.
A pesar de la especialidad de los temas tratados, la obra es fácil de leer y comprender, y además está ilustrada con numerosas gráficas y cuadros, que culminan con un apéndice estadístico de cifras sobre la evolución del PIB de la región desde 1870 y los índices de desarrollo humano desde 1900, datos muy interesantes y hasta curiosos, aún para los estudiosos de temas diferentes de la economía. Por ejemplo, la población de los países de la región y su evolución entre 1820 y 1870, su estructura étnica al final del Siglo XVIII o el cronograma de abolición de la esclavitud, cuyo proceso y consecuencias económicas analizan los autores.
El primer capítulo del libro está dedicado a estudiar la economía y el desarrollo de América Latina y a compararlos con los demás grandes grupos de países. Los siguientes se ocupan de los aspectos económicos y el desarrollo en diferentes periodos, que coinciden con procesos trascendentales, como el nacimiento de las repúblicas independientes, la globalización, el fortalecimiento institucional y el desarrollo primario exportador, y la industrialización dirigida por el Estado. Culmina con las conclusiones, la más importante de las cuales, según los autores, es la enorme deuda social que ha acumulado la región, sin duda su principal deuda histórica. Este fenómeno, señalan, no se puede atribuir de forma exclusiva a la herencia colonial, porque “…se ha reproducido y, en algunos casos, ampliado en etapas posteriores, que le han impreso nuevas dimensiones”.
La presentación de José Antonio Ocampo fue tan interesante como su libro, hasta el punto que muchos asistentes corrimos a adquirirlo antes que concluyera el evento, celebrado en la librería de la editorial con una masiva presencia de jóvenes. Edificante y esperanzador que los jóvenes se interesen en estos temas, no solo para escuchar las enseñanzas de maestros de la talla del profesor Ocampo, sino para repasar o aprender aspectos de la verdadera historia de Colombia, especialmente en época preelectoral. Porque no todos nuestros antepasados a partir de la Independencia han sido patricios; como decía el poeta, refiriéndose al Congreso: entre tantos consejeros como tiene la Nación, hay en la corporación solo un patricio, el portero (se llamaba Patricio Rodríguez).
Horacio Ayala Vela
Consultor privado horacio.ayala@etb.net.co