El 19 de abril se conmemora el inicio de la lucha por la independencia venezolana. Ocurrió en 1810, y hace dos décadas se quiso proclamar una nueva revolución que está a punto de sucumbir. Hace 18 años, Venezuela vio llegar al poder el discurso del chavismo, con un tono reformador que soterradamente guardaba la ideología del estatismo absolutista.
Llamaba simplemente a la derrota de los partidos tradicionales, pero, en realidad, lo que había detrás de ese discurso era el traje del populismo que entró en Venezuela por la vía de combatir a dos fuerzas electorales que se habían quedado anacrónicos en el discurso y consumidos en la política tradicional.
El chavismo, una vez en el poder, se dedicó progresivamente a aniquilar a los poderes públicos, a coartar la libertad, a oprimir al pueblo, a destruir la actividad económica sobre la base de la intimidación al sector privado y a la generación de incertidumbre e inseguridad jurídica.
Fue, poco a poco, iniciando una campaña de expropiaciones, de destrucción de la iniciativa privada, de doblegación de las cortes, de censura a los medios de comunicación, de opresión al empresariado, de asfixia al ciudadano.
Pese a eso, la Venezuela que se ha construido en estos cerca de 20 años pudo subsistir su primera etapa gracias a los exponenciales precios del petróleo. Con la caída de las cotizaciones, quedó en evidencia el populismo del pan para hoy y el hambre para mañana. Por cuenta de ese discurso populista, hoy el pueblo está empobrecido, hay filas interminables para adquirir alimentos, miles de venezolanos se fueron y miles se quieren ir; las protestas aumentan, la cifra de presos políticos crece, y sencillamente la ciudadanía no aguanta más.
El pueblo de Venezuela viene haciéndose sentir durante los últimos años. Se hizo sentir este 19 de abril y, seguramente, con esta movilización se acerca al principio del fin de la opresión. A partir de ahora, Venezuela debe mantenerse unida. Y Colombia no puede ser indiferente a esa realidad. No más diplomacia timorata, no más relaciones de conveniencia, ya no más pertenencia a Unasur, si continua con su papel de cómplice con la satrapía de Nicolás Maduro. No más tolerancia frente a los corredores del narcotráfico en el Catatumbo, que favorecen al cartel de los soles. No más santuarios para los cabecillas del Eln, y no más triangulación de armas para el terrorismo en nuestro país.
Cuando la diplomacia se ejerce sin principios, se convierte en hipocresía. Colombia no puede seguir dejando que los hermanos venezolanos sucumban ante el peso de la tiranía, y aquí, nuestro gobierno indiferente, tratando de guardar las formas, convertido en el más grande validador de semejante atropello a la democracia continental.
Quizá la historia registre este otro 19 de abril, no cómo un día más de protesta contra la opresión de Maduro, sino como el nuevo día de la independencia de Venezuela. El fin del opresor chavismo, el fin del fracasado socialismo del siglo XXI.
Día de la independencia
Cuando la diplomacia se ejerce sin principios, se convierte en hipocresía. Colombia no puede dejar que los venezolanos sucumban ante la tiranía.
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