Los demagogos en política pretenden comer carne y tomar leche de la misma vaca. Su dialéctica es inconsistente y los objetivos que plantean tienen efectos negativos para el país y su desarrollo.
Hace unos días, en un foro empresarial alguien dijo que, “el fin del petróleo en Colombia” sería la mejor bendición para nuestro futuro. Y aunque esas afirmaciones, en algunos auditorios, pueden despertar aplausos, desconocen lo que le podría pasar al país y su seguridad energética si se convierte en un importador pleno de hidrocarburos.
Tener petróleo es una gran ventaja para un país que requiere saberla manejar. En Colombia, el sector de hidrocarburos representa el 6 por ciento del PIB, más del 48% de las exportaciones, una fuente importante de la Inversión Extranjera Directa y un nicho que demanda en bienes y servicios cerca de 35 billones de la economía nacional cada año, además de ser, como ramo, uno de los mayores contribuyentes tributarios. Sustituir un actor de esta relevancia no es fácil y pedir a Dios no tenerlo es una torpeza monumental.
¿Qué ha pasado, entonces, con el petróleo en Colombia y por qué piden algunos demagogos no tenerlo? El problema en el país no es el petróleo. Saberlo aprovechar significa apelar a la riqueza del subsuelo para atender la pobreza del suelo. Nuestro mal tiene que ver con el uso del mismo. Somos un país con petróleo, pero no un país petrolero, como lo evidencia que tengamos reservas para menos de 6 años y que el 70% de nuestros campos producen menos de mil barriles diarios.
A pesar de esta realidad el Gobierno expandió los gastos permanentes del Estado, basados en bonanzas transitorias de precios, y ante la caída de las cotizaciones, se descuadraron las cifras fiscales y, lo peor, se cometió la tontería de sustituir petróleo por impuestos a las empresas y a los consumidores.
De otro lado, considerando que el petróleo es el 80% de los ingresos por regalías, se cometieron errores imperdonables. La última reforma al Sistema de Regalías le cambio la asignación a las regiones productoras del 80 al 20% en 6 años, despojándolos de una fuente importante de recursos, y no generó una cascada admirable de proyectos en el resto del país, como se pretendía.
Muchas de las frustraciones del mal uso de los ingresos petroleros han sido empleadas por algunos demagogos para generar un odio sin límites hacia el sector, como si el culpable fuera el producto. Colombia debe aprovechar su potencial de hidrocarburos, previniendo la petróleodependencia fiscal y comercial, y la enfermedad holandesa, con diversificación productiva y exportadora, fortaleciendo los estándares ambientales y sociales, profundizando la interacción con las comunidades, la protección de acuíferos y dejando resultados visibles y estructurales en las regiones productoras y no productoras.
Son muchos los países que exitosamente han logrado combinar petróleo y minería con tecnología, agricultura, industrias creativas y servicios. Colombia necesita diversificar su economía, sus exportaciones y sus mercados de capital. Pero pretender acabar con un sector necesario para la economía, como incitan algunos demagogos, por los problemas de la gestión del Estado. Es tan absurdo como creer que ‘la principal causa del divorcio es el matrimonio’.
columnista
El gen demagógico
En Colombia, el sector de hidrocarburos representa el 6 por ciento del PIB.
POR:
Iván Duque Márquez
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