Samuel Johnson, uno de los más importantes escritores de habla inglesa, expresó en alguna ocasión que “cualquier preponderancia de la fantasía sobre la razón es un grado de locura”. Dentro de su afirmación estaba contenida una visión, en la cual querer imponer sobre la realidad ficciones inviables es un insulto a la evidencia.
Utilizando las reflexiones de Johnson, vale la pena interpretar la carta que alias ‘Iván Márquez’ le envió, la semana pasada, al general en retiro Jaime Ruiz Barrera, presidente de la Asociación Nacional de Oficiales en Retiro (Acore). Tan grave y absurda como la carta, fue el haber utilizado al general Mora como portador de la comunicación, lo cual implica por parte del destacado exmilitar algún grado de respeto a su contenido.
La primera gran perla de ficción consiste en que las Farc destacan su papel histórico como el pleno ejercicio del Derecho a la Rebelión, comparando su causa textualmente al ejército libertador o a la expresión popular de los comuneros. Conforme con esa definición, les asiste el derecho a la amnistía por ser delincuentes políticos y no terroristas. Esta aproximación de las Farc no es más que una burla a toda Colombia, pues son sus actos criminales, su demencia sangrienta y su historia de amedrentamiento a la sociedad, la que les ha dado su merecida definición de terroristas. Aceptar la fantasiosa definición de rebeldes, que pretende esta organización delictiva, no es otra cosa que la validación de la violencia como instrumento político.
Otra manifestación de locura consiste en que las Farc se autodenominan como organización beligerante, e iguala en esa condición a las Fuerzas Militares, convidándolas a que se les aplique una justicia transicional, en la que no exista juzgamiento ni cárcel. Aceptar este contenido sería humillar el honor militar. Nuestras Fuerzas legítimas no están pidiendo justicia transicional para ser tratados como un grupo terrorista sanguinario al cual se le dan concesiones en aras de un acuerdo. Nuestros militares piden un fuero digno, que garantice una justicia especializada que sepa investigar sus situaciones de modo, tiempo y lugar, y sancionar ejemplarmente a los que abusaron de la ley, cometieron atrocidades y deshonraron el uniforme.
La locura también se agudiza cuando en la misiva presionan a los militares mostrándolos como inocentes marionetas, utilizadas por el poder político, dentro de una cadena de mando para cometer crímenes de Estado e invitándolos a que se reúnan para obrar en una causa común. Las Fuerzas Militares colombianas no pueden ser manipuladas por el terrorismo bajo el falso dilema de justicia transicional o condena. Caer en esa postura sería el más grave desprecio a quienes han defendido al país con la Constitución y la ley.
Duele que los militares estén siendo manoseados en cartas de cabecillas, como también duele que el Comandante en Jefe les ofrezca como opción la justicia transicional. Pretender por parte del Gobierno que los militares respalden el proceso y la justicia transicional con la intimidación de la cárcel como su único camino alternativo, como diría Johnson, es una forma de locura y desfiguración de la realidad.
Iván Duque Márquez
Senador de la República
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