En el lenguaje coloquial suele utilizarse la expresión ‘tragar sapos’ para indicar que en muchas ocasiones se deben asumir conductas desagradables en aras de un objetivo superior. La afirmación también podría ubicarse en un plano filosófico utilitarista, según el cual alcanzar una finalidad aparentemente noble requiere adoptar conductas reprochables o poco loables.
Lo que ocurre es que esta aproximación aplicada a las políticas públicas es profundamente peligrosa, porque la justicia, la equidad y el desarrollo sostenible no pueden comprometerse o verse amenazados por un prurito pragmático.
Por tales motivos, el filósofo Kant confrontó conceptualmente el utilitarismo apelando a los imperativos morales, los cuales guían la conducta humana porque son el debido proceder, basado en los principios inherentes al ser humano. La aproximación de Kant hace que los valores superiores no estén disponibles para ser magreados y adaptados discrecionalmente para satisfacer objetivos circunstanciales.
Es pertinente tener estos conceptos presentes para no caer en la premisa de ‘tragar sapos’, mucho más cuando dichos sapos son venenosos y pueden ocasionar un letal efecto. Uno de los sapos venenosos que nos quieren obligar a tragar, utilizando como pretexto su aplicación para la equidad, es la reforma tributaria que ha presentado el Gobierno.
¿Por qué el veneno? Por un lado, porque aplicar una reforma improvisada sin medir sus efectos puede traer enfermedades graves para la economía nacional. La industria ha venido presentando un desempeño preocupante, como lo evidencian su crecimiento negativo en el periodo 2012-2013 y su caída del -1,4 por ciento en el segundo trimestre del 2014. La propuesta del Gobierno, con el impuesto a la riqueza y la sobretasa del Cree, hará más difícil la necesaria recuperación industrial.
En otro frente, se observa que el déficit de cuenta corriente aumenta velozmente y en el primer semestre se acerca al 4,4 por ciento del PIB. Atender esta alarma requiere una mayor afluencia de Inversión Extranjera Directa, algo que reforma tributaria espanta con sus alteraciones de los contratos de estabilidad jurídica, su carga al patrimonio improductivo y la falta de hacer deducible el IVA a las importaciones de bienes de capital.
Otro agravante tiene que ver con la situación del sector minero-energético, que en lo corrido del año presenta un lánguido crecimiento del 1,7 por ciento y enfrenta una caída pronunciada de precios internacionales. En el caso del petróleo, a la caída de precios se le debe agregar las dificultades de producción. Con la iniciativa impositiva del Gobierno, invertir en este sector, que consume más de 35 billones de pesos al año dentro de la economía, será cada vez más difícil, debido a los largos ciclos de rentabilidad.
¿Debemos tragarnos el sapo de la reforma tributaria? Reconociendo que el Gobierno no se ha apretado el cinturón, que cerca del 60 por ciento del presupuesto de inversión no es económicamente productivo, que se han denunciado por expertos los nefastos efectos impositivos en el ahorro y la inversión, tragarse el sapo puede ser premiar el derroche y consumir un veneno para los sectores generadores de empleo y riqueza.
Iván Duque Márquez
Senador
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