El cobarde asesinato el pasado 26 de noviembre de los 4 miembros de las Fuerzas Armadas secuestrados no sólo me revolvió el estómago y me indignó, sino que me puso a pensar de nuevo en el porqué de la violencia imparable de este país.
Hay naciones en donde se matan entre etnias, religiones, tribus, ¿pero habrá un país donde lleven tanto tiempo matándose los unos a los otros sin argumentos de credo o raza?
En la universidad aprendí que Colombia es el único país donde la violencia es una rama de estudio –la violentología–, pero que aun así es incapaz de encontrar la génesis del desprecio endémico que tenemos por la vida y que tanto nos diferencia de nuestros vecinos.
La sevicia es cosa que se puede ver en toda la historia de Colombia y no nació en 1948 con La Violencia. Los colombianos nos hemos pasado la vida matándonos, así de sencillo.
¿Pero qué es lo que nos pasa? ¿Qué nos hace tan indiferentes ante la vida y por qué no logramos unirnos para defenderla?
Claro, podemos culpar a un Estado que históricamente ha sido débil, a una justicia muy deficiente, una rampante y endémica corrupción, a una distribución inequitativa de la tierra en el campo, pero debe haber algo más que no hemos podido identificar ¿o me equivoco?
Al hablar de este tema termino pensando en el viejo chiste (que de chistoso poco más bien) donde Dios al crear la tierra decide darle a Colombia costas en los dos océanos, agua, recursos naturales, todos los climas y geografías, pero al ser preguntado por qué tanta cosa buena para Colombia, responde: “espere no más la gente que le haré”.
Pero eso no puede ser la causa.
Para mí, y sin pruebas empíricas al respecto, creo que mucho de esta permanente violencia radica en que somos un país que no piensa en conjunto, sino individualmente. Tenemos que dejar de pensar en el Yo y pasar al Nosotros.
De lo contrario, no importa si hay boom energético, si la economía crece, si el Producto Interno Bruto aumenta, ya que seguiremos matándonos e impidiendo generar el progreso que necesitamos para que dejemos de tener 37 por ciento de la población en la pobreza.
Por eso mismo hay que salir hoy a las calles a recordarles a las Farc y a todos los demás violentos que no vamos a tolerar que nos sigan matando y exigir que liberen a todos los secuestrados.
De lo contrario cuatro colombianos más habrán tenido que dar la vida para nada y eso no puede ser.
Derrotemos la indiferencia, el egoísmo y pensemos como país. Salgamos a decir ¡no más violencia!, ¡no más Farc! y ¡no más secuestro! No sólo hoy, sino las veces que sea necesario para que por fin la violencia deje de ser una característica tan colombiana.