Relativamente ignorada por los medios (apenas recuerdo haber leído un editorial de El Nuevo Siglo al respecto), apareció hace algunos días una noticia realmente espectacular: en una categorización científica que se hizo de la limpieza ambiental, Colombia ocupó el noveno lugar entre todos los países del mundo.
En efecto, las universidades de Yale y de Columbia han construido un índice en el que se miden y ponderan todas las variables que definen la calidad ambiental de un país. ¡Y Colombia ocupó el noveno lugar! Por encima de países como Francia, Canadá, Alemania, el Reino Unido, Chile, Argentina, Estados Unidos, Australia, México o Israel.
Los únicos países que superaron a Colombia fueron en orden descendente del primero al octavo: Suiza, Suecia, Noruega, Finlandia, Costa Rica, Austria, Nueva Zelanda y Latvia.
La primera reacción es de incredulidad. Pero dentro de las limitaciones estadísticas de este tipo de investigaciones, las universidades que levantaron el índice gozan de reconocido prestigio académico mundial.
La segunda reacción es de escepticismo. Están tan mal las cosas a nivel ambiental en el mundo, podría pensarse, que quedar de novenos no es tampoco una gran hazaña.
Y la tercera reacción es de moderado optimismo. Quizás esta clasificación se deba a que las políticas ambientales que se han puesto en marcha en el país en los últimos veinte años, no han sido tan malas, o tan inocuas, como a veces pensamos.
Tal vez el justo medio esté en algún punto entre la segunda y la tercera reacción: de una parte, en el planeta se está viviendo una crisis ambiental sobre la cual apenas ahora se empieza a tomar conciencia. Verdaderas tragedias para el medio ambiente como las que se están viviendo en China, en India, en Brasil o en Estados Unidos, que nunca quiso ratificar el tratado de Kyoto, apenas empiezan a salir a la superficie con toda su crudeza. Y de otra parte, las políticas ambientales del país y el refuerzo que les dio la Constitución del 91, que es una Carta Ecologista, acaso son mucho mejores de lo que nos hemos dado cuenta. Pues los problemas ambientales que subsisten en el país, y que son muy graves, a menudo nos mueven a creer que solo hay estragos y efectos negativos, pero que no se han alcanzado grandes logros.
A veces se dice que los países en vía de desarrollo no pueden hacer políticas ambientales juiciosas, porque la pobreza riñe con el cuidado del medio ambiente. Esta ha sido la tesis política de países como Brasil, China e Indonesia (el gran depredador del bosque tropical).
Pero como pregunta la revista Newsweek, que divulgó los hallazgos del estudio de la Universidad de Yale y de Columbia en su entrega de julio 7-14 de 2008: "Si Colombia, que es el líder en preocupaciones ambientales dentro de los países en desarrollo, ¿por qué la China no puede tener este mismo tipo de preocupaciones?".
Esta encuesta es una importante voz de felicitación para nuestras autoridades ambientales (las de ahora y las del pasado), y un acicate para no bajar la guardia en este que finalmente, es el gran tema del siglo XXI.
La gran sorpresa ambiental
Así lo establece un índice que elaboraron las universidades de Yale y Columbia (E.U.) entre todos lo
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Juan Carlos Restrepo
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