El 20 de enero, el Buró de Meteorología del Gobierno de Australia, determinó un cambio en sus proyecciones, que pasaron de un Niño débil a una condición climática neutra para el ciclo 2014-2015.
Dice el Buró en su boletín de prensa que estas son las condiciones más probables hacia el otoño (mayo) y que, de cambiar los indicadores hacia Niño o Niña, hará los ajustes correspondientes.
A hoy probablemente la Noaa, la agencia estadounidense en estos asuntos, ya habrá cambiado sus predicciones también en este sentido, y el Ideam colombiano también estará en el proceso de hacerlo.
A pesar de que las cabañuelas que muchos colombianos usan para proyectar el clima del año, predijeron 12 meses muy secos, y efectivamente vivimos un inicio de año sin lluvias en todo el país, y con heladas fuertes en algunos sitios (en mi caso, por ejemplo, quemaron el yarumo de mi jardín en la madrugada del 6 de enero).
¿Y entonces? ¿Se exageró en cuanto a los anuncios de prevención? En mi opinión, no.
La producción agropecuaria está enfrentada a un clima errático en el corto y mediano plazo, que los expertos denominan variabilidad climática, que obliga a los productores y al Estado a reconocer esta condición, adaptar sus prácticas y políticas a esta situación y a buscar mitigar al máximo sus efectos negativos para desarrollar una agricultura climáticamente inteligente.
Es por esto que una serie de entidades como el Ministerio de Agricultura, el Ideam, el Fondo de Adaptación, el Ciat y el propio Corpoica, entre otras, llevan ya un buen tiempo investigando y desarrollando modelos que le permitan al sector agropecuario desempeñarse bien en este nuevo entorno climático.
En cuanto a información y predicciones climáticas, hay que lograr conectar la información de los modelos de clima globales, como el que administra la Noaa, con lo que sucede en el entorno local.
Para un productor es tan valiosa la información que le permite planificar su negocio a dos o tres meses, como aquella que le permite tomar decisiones para los siguientes días o semanas frente sus riesgos climáticos.
En esto se está avanzando rápidamente y ya hay zonas piloto en las que el Gobierno Nacional, los entes territoriales y las comunidades cuentan con este tipo de herramientas. Un esfuerzo sostenido del Gobierno en esta materia para profundizar y completar la tarea es necesario.
También los buenos productores, que llevan años trabajando su tierra, han desarrollado prácticas que deberían usar otros para enfrentar mejor el tema y conocen mejor que cualquiera lo que pueden o no hacer en sus predios en diferentes momentos del año. Cosechan agua y protegen sus fuentes, manejan las densidades y forma de sembrar, producen y almacenan forrajes para sus animales y, si creen que es muy riesgoso sembrar, pues no siembran.
Desde la ciencia también se debe aportar. Un productor debería por ejemplo contar con variedades tolerantes a condiciones de sequía, excesos de humedad o a heladas que pueda alternar, según los pronósticos. Colombia cuenta con las capacidades científicas para desarrollarlas, pero su logro lleva años, lo que exige consistencia en las demandas y la financiación a las instituciones científicas encargadas de estas tareas.
De esta manera, los Niños y las Niñas producirán señales para adecuar formas de trabajar sin generar ningún tipo de temor.
Juan Lucas Restrepo
@jlucasrestrepo