Nuestra cultura política y productiva en el sector agropecuario sigue siendo primordialmente cortoplacista.
El Gobierno Nacional, los entes territoriales, los políticos y los gremios privilegian más de la cuenta el subsidio como herramienta para resolver los problemas enfrentados por los productores, que las iniciativas de mediano y largo plazo que mejoren estructuralmente sus condiciones. La gestión en los territorios sigue privilegiando el fomento asistencialista, hacer más de lo mismo, propagando modelos ineficientes y poco competitivos. Una costosa fórmula de sobrevivencia arriesga nuestra economía agraria en el largo plazo. Hay, por supuesto, honrosas excepciones, pero no en el nivel que necesitamos.
Y mientras tanto, algunas economías desarrolladas andan pensando e invirtiendo más en su economía futura que en la actual. Alemania es para muchos el mejor referente en esta materia. Entre el 2004 y el 2010, diseñó su ‘Estrategia Nacional de Investigación en Bioeconomía 2030’, que alineó a los ministerios y al sector privado para transformar su economía y su sociedad en esta dirección.
La bioeconomía es la producción y el uso, basados en el conocimiento, de recursos naturales renovables para entregar productos, procesos y servicios para todos los sectores de la economía, procurando un sistema robusto en el largo plazo. Aprovecha los avances logrados en los últimos años en campos como la biotecnología y otras herramientas de alta tecnología, que abren nuevas fronteras del conocimiento y el uso de la biodiversidad. Un matrimonio perfecto entre los recursos naturales renovables y la innovación.
Entre el 2010 y el 2016, han invertido 2,4 billones de euros para investigación y desarrollo en cinco pilares: i) asegurar la nutrición global, ii) producir alimentos sanos y seguros, iii) asegurar una producción agrícola sostenible, iv) utilizar recursos renovables en la industria, y v) desarrollar canales energéticos basados en biomasa. Para conseguir sus objetivos tienen que mirar más allá de las fronteras de su país y abordar temas globales como el cambio climático y la oferta alimentaria.
Los logros en estos años son significativos y comienzan a generar aplicaciones en su agro y en pequeñas y grandes empresas de otros sectores, alejándolos paulatinamente de una economía con alta dependencia en recursos fósiles con impactos negativos en la vida y en el ambiente.
Los desarrollos tecnológicos cubren un amplio espectro. Los nuevos autos usan más componentes de fibras naturales y bioplásticos. En la construcción se comienzan a usar chazos producidos con polímeros que fabrican microbios a partir de aceite de higuerilla. La madera reemplaza cada vez más al acero en sus construcciones. Los institutos de investigación alemanes están validando sistemas de plantaciones forestales de altísima densidad y con turnos de aprovechamiento de tres años vs. ocho años o más en sistemas tradicionales.
Se han creado alimentos para la piscicultura a base de productos agrícolas ‘condimentados’, con moluscos para que los peces los consuman. El 7,7 por ciento de sus fincas agrícolas usan modelos ecológicos de producción, pero incorporando tecnologías de información y bioinsumos de alta tecnología. Son líderes también en la producción de biogas a partir de la fermentación de biomasa con altas tasas de conversión energética.
Una nueva dinámica que involucra y llena de entusiasmo y esperanza su sociedad, y nos da señales a otros para que nos pellizquemos. El eslogan informal de la campaña demócrata presidencial de Estados Unidos de 1992 era ‘Es la economía, estúpido’;lo tendremos que actualizar por ‘es la bioeconomía, estúpido’.
Juan Lucas Restrepo I.
Director Ejecutivo Corpoica
@jlucasrestrepo
‘Es la bioeconomía, estúpido’
El Gobierno, los entes territoriales, los políticos y gremios privilegian el subsidio para resolver los problemas enfrentados por los productores.
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