Las sombras de los gigantes sobre cuyos hombros vemos mejor el mundo se alargan con el paso de los años, de los siglos, en un ocaso sin fin. Mucho más si las comparamos con las que proyectan políticos y ‘estadistas’, a diario, en esos jardines de enanos donde suelen medrar. Quizá sea efecto de la pátina de la historia, pero durante los últimos 60 años no asoman por ahí figuras como Churchill, Roosevelt, Dag Hammarskjöld, Keynes.
¿O será que aún no los vemos con suficiente perspectiva? Después de todo, las sombras de Mandela, Gorbachov, Obama, el papa Francisco y José Mujica, quizás alcancen las de algunos grandes. Pero, ¿será posible imaginar, en un futuro no muy lejano, un espectáculo de luz y sonido al aire libre con Trump, Berlusconi, Putin y Maduro, o un vaudeville a puerta cerrada con nuestros dos pegaditos, Samper y Pastrana (a falta de Serpa) como telón de fondo?
No arrojo nombres de manera arbitraria. Creo que Andrés Pastrana y Ernesto Samper heredaron, casi a su pesar y junto con ‘Marulanda Vélez’, un aparato y unas costumbres políticas obsoletas que no se ajustaron a una nueva realidad urbana, ya no rural, donde cada vez más citadinos informados se vieron huérfanos de partido: tal el caso de García Márquez y los intelectuales y profesionales de clase media urbana que, en 1974, fundan la revista Alternativa. O el caso de Bateman, Navarro y otros militantes rabiosillos, tan indignados con las elecciones de 1970, como hartos con el Partido Comunista y las Farc: ‘Casa, carro y beca’ fue la consigna del M-19, intuyendo, mejor que muchos, por dónde iban los tiros.
¿Padece el país una crisis de liderazgo? En crisis y limbos también se cuecen líderes: el infausto magnicidio de Luis Carlos Galán, por ejemplo, hizo afortunada carambola en Gaviria (que no en Santofimio) y se esquivó así el conducto regular que, a la muerte del líder, hubiera impuesto el Partido Liberal o, en su defecto, el que hubiera establecido su homólogo, el Partido Conservador, a pesar de que por entonces contaba con el más lúcido de sus líderes y en su mejor momento, Álvaro Gómez Hurtado, a quien el país nunca le perdonó ser hijo de su padre, pero que, igual, también ya se había resquebrajado como ‘partido’. Ninguno de los grupúsculos que hoy aturden la arena política del país aguanta el mote de partido.
Bastó una noción elemental y en boga, el proteccionismo, para alentar el proyecto de Carlos Lleras e incorporar por fin profesionales a los ministerios. Bastó otra, también elemental y en boga, abrirse a la globalización, para que Gaviria remozara algo las bancadas del poder. A Mockus, más original, le bastaron un par de principios elementales de convivencia para darle rumbo a una ciudad. Uribe consiguió fácil el respaldo en bruto del país ofreciendo recuperar unas carreteras usurpadas por cuatreros motorizados, luego le dio por perpetuarse.
Propuesta: cero tolerancia al microtráfico en zonas escolares, vías terciarias a rajatabla y 4G con see-through.
Palos de ciego
Las sombras de los gigantes sobre cuyos hombros vemos mejor el mundo se alargan con el paso de los años, de los siglos, en un ocaso sin fin.
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