No hay cosa más impopular que una reforma tributaria en medio de una economía que crece a un menor ritmo que en años anteriores. Hay que recordar que, según el Dane, en el último trimestre el PIB colombiano ascendió apenas 1,2 por ciento. Es decir, aumentarán los impuestos en época de ‘vacas flacas’.
Colombia ha vivido momentos de auge económico, que nos ha permitido registrar crecimientos superiores al 7 por ciento, en los últimos 20 años. Una iniciativa legislativa de esta naturaleza resulta inconveniente con la política de estímulo a la inversión e injusta con los contribuyentes. Basta con seguir de cerca el creciente número de evasores por el que se dejan de percibir alrededor de $40 billones al año, o el amplio renglón de la economía subterránea que se mueve en la informalidad.
El proyecto de reforma tributaria, retomando un valioso análisis de El Tiempo, aumenta el IVA hasta el 19 por ciento, incrementa de 3 a 4 por ciento la renta presuntiva, que se calcula sobre el patrimonio de los contribuyentes, obliga a declarar renta a las personas naturales con ingresos anuales entre 30 y 41 millones de pesos, grava el retiro de los fondos de pensiones con 10 por ciento de impuesto a los dividendos, mantiene el IVA sobre los bienes de capital y el gravamen del 4 por mil (lo deja permanente), duplica la tarifa de las zonas francas, prácticamente elimina todas las rentas que cuentan con exenciones por concepto de inversión, aumenta el tributo por ganancias ocasionales, y, aunque adopta las normas internacionales de contabilidad, se incluyen algunos ajustes que pueden elevar las bases tributarias.
Por supuesto, no se puede desconocer la realidad económica internacional que por cuenta de la caída en el precio del petróleo, la desaceleración de mercados tan importantes como China, EE. UU. y la Unión Europea ha desequilibrado las finanzas públicas, pero tampoco se puede olvidar que la pasada reforma tributaria, también tiene la culpa. Recordemos que se trató de un proyecto, hecho a medias, con grandes vacíos –que hoy se deben corregir– y que dejó entrever serias inconsistencias para garantizar el recaudo necesario para cubrir los gastos e inversiones del Estado.
Es curioso que los empresarios que tanto impulsaron, con afán, la realización de esta reforma (tenían la expectativa de que el proyecto los favoreciera), hoy reclamen por injusta la iniciativa. Así es la política y el papel que cada uno juega. Será una enorme discusión, ojalá, la que tendrá que jugar el Congreso de la República. Por un lado, el Gobierno intentando recaudar más recursos para cubrir los compromisos del próximo año, y, por otro, los gremios reduciendo los efectos de un proyecto que pone en riesgos sus negocios. En la mitad, los ciudadanos desprotegidos.
A este paso, es probable que en dos años, cuando llegue el nuevo gobierno volvamos a hablar de reforma tributaria. Seguramente, esa será para intentar corregir los errores de la actual, y los de la pasada.
*CEO de Innobrand
j@egonomista.com / @Juamon
Una reforma inoportuna
El Gobierno intentando recaudar más; los gremios reduciendo los efectos que ponen en riesgos sus negocios. En la mitad, los ciudadanos.
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