Como en las casas en las que los huéspedes ya no son bienvenidos, así se sienten varios industriales que ven disminuir sus negocios y recortar plantas de empleados por cuenta de los efectos progresivos de algunos tratados de libre comercio.
Aunque nadie lo creyera, sindicatos, trabajadores, algunos políticos y no pocos empresarios se han dado a la tarea de reunirse para contar sus historias sobre cómo las que denominan ‘fallidas’ negociaciones de algunos acuerdos comerciales les han golpeado sus prósperas industrias. Hay casos en los que la nómina ha pasado de 3.500 empleados a 1.500, y otras del sector automotor que sencillamente han cerrado. Proindustria, como se identifica el grupo, argumenta que desde hace años se viene advirtiendo la necesidad del país de proteger las pocas compañías que generan empleo, pagan impuestos y contribuyen con el desarrollo nacional.
El Dane confirmó la caída de la industria en 1,9 por ciento durante el 2013, que se sumó al anuncio de la posible salida de Colombia de la ensambladora Mazda y la cancelación de unos 5.000 puestos de trabajo del ramo automotor. Los números en rojo en el sector industrial completaron dos años consecutivos y la necesidad de formular una política pública que permita integrar herramientas para salvaguardar a las que quedan se mantiene latente. Los tratados de libre comercio en sí no son los culpables ni mucho menos el problema; la causa tiene que ver con las condiciones en las cuales se pactaron algunos de los acuerdos y los escenarios de competitividad que está ofreciendo el país.
Actualmente, se está llegando a casi 800 millones de potenciales consumidores y no hay qué venderles, bien sea porque se carece de oferta exportable o porque los productos no pueden competir con los de otros países. Entre las razones fundamentales, según un informe de Proindustria, está el hecho de que Colombia tiene los costos de energía más altos del continente (13 centavos de dólar por KW/H), aun más altos que los de Perú (7 centavos) y Ecuador (6 centavos), a quienes el país les exporta su energía.
Así mismo, hay una red vial a todas luces insuficiente, en mal estado y, además, llena de peajes que generan incrementos excesivos de los costos de transporte interno. No se cuenta con el apoyo que otros países proveen a sus industrias, como subsidios en los costos de energía, laborales, terrenos, edificaciones y arrendamientos, además de escalas de producción superiores, reducidos costos financieros y menos días festivos no laborales.
Es cierto que el Gobierno Nacional tiene trazado un plan para transformar el país en infraestructura y asociado con las vías de cuarta generación, pero también es verdad que es urgente acelerar la ejecución de ese y muchos otros grandes proyectos que reclama la empresa privada para reducir los costos de su operación. Por ahora, para frenar la desaceleración, valdría la pena prestarles atención a los industriales que llevan generaciones contribuyendo con el progreso de miles de familias colombianas y que son huéspedes de honor de esta casa.
Juan Manuel Ramírez Montero
Consultor privado
@Juamon