Cuando chicos nos enseñaban que “la plata no crece en los árboles, hay que trabajar”. Pero hoy esa parece ser la creencia generalizada en Colombia. Negamos las actividades que producen riqueza y queremos tener el dinero para nuestra alimentación, techo, salud y diversión, entre otros, todos los cuales, además, son ahora ‘derechos adquiridos’.
Es decir ‘conseguidos’ y ‘garantizados’ de alguna forma, por la sencilla razón de que caminamos erectos y nacimos dentro de los límites de la República de Colombia.
Obsérvese el caso de la famosa consulta de Cajamarca, o de las múltiples consultas planeadas en el territorio. Los fallos de la sabia Corte Constitucional estipulan que los municipios tienen derecho a decidir sobre el uso del suelo y que el Gobierno Nacional mejor no se meta en el tema, pues no le corresponde. Las sentencias de la Corte también les otorgan derechos fundamentales sobre toda clase de cosas que la humanidad, a lo largo de la historia, aprendió a conseguir con trabajo serio, constante, productivo. Es decir, que los habitantes de Cajamarca tienen derecho a asuntos para los cuales no generaron los recursos. ¿De dónde saldrán? Se lo pregunta, públicamente el Alcalde de Cajamarca, agobiado porque 500 personas que perdieron su empleo al retirarse la empresa minera, y por otras muchas que les vendían productos y servicios a ellos y a la compañía. La respuesta automática es la de siempre: ¡saldrán del Gobierno! Así es, el mismo que no puede opinar sobre la decisión debe pagar por sus consecuencias.
La filosofía ‘garantista’ que anima las docenas de recientes decisiones de la Corte asume que el Gobierno Nacional debe velar por los derechos fundamentales de la gente, sin considerar de dónde vendrán los recursos y, peor aún, a pesar de que esa misma gente decida negarse y negarle al Estado la generación de ingresos. Que no hagan minería legal, pero que me lleguen las regalías de donde sí la hacen. Que aquí no exploten petróleo, pero que me sigan enviando impuestos que producen los municipios petroleros.
Hemos descentralizado los derechos, pero mantenemos centralizadas las obligaciones. Se eligen gobernadores y alcaldes por voluntad de los pobladores del territorio. Pero las consecuencias de una mala elección (gobernantes corruptos), o de una decisión de no trabajar los recursos que la naturaleza ha puesto a su disposición, le caen a ‘papá gobierno’. ¡Y ay de que no cumpla!: le bloqueamos las carreteras o los ferrocarriles que otros colombianos construyen y trabajan duramente para que, al no poder producir, me tengan que resolver el problema que yo generé.
Amanecerá y veremos de dónde sale ‘la platica’. Cuando cunda el desempleo y el Gobierno no tenga con qué pagar lo que no produjimos, salgamos a las calles a protestar y a echarles la culpa a otros. Eso se puede aprender mirando al vecindario.
Ah, y ahora el río Atrato es sujeto de derechos. Como una persona. ¿Tendrá también el río deberes? Que nos cuente la honorable Corte cuáles son.
¡La plata crece en los árboles!
Esta parece ser la creencia generalizada en Colombia. Negamos las actividades que producen riqueza,
pero queremos tener el dinero.
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