Los mercados siguen castigando a las economías italiana y española, especialmente a esta última, pese a que ayer se presentaba la petición oficial de rescate al sector financiero.
Son varios los motivos que llevan a este castigo.
El primero, la indefinición del mecanismo de intervención, aplazado hasta el 9 de julio, lleva a pensar a los inversores que este se articulará a través del Mecanismo de Estabilidad Europeo, el cual entra en vigor el primero de julio, lo que implicaría, si no se produce un cambio de última hora, una subordinación de toda la deuda existente, y por tanto su pérdida de valor.
El segundo, la falta de definición por parte del Gobierno español de las partidas pormenorizadas de ayuda.
El escenario presentado por dos auditoras independientes fijaba las necesidades de capital en algo más de 60.000 millones de euros, mientras el Gobierno ibérico lanza la cifra de 100.000 millones de euros.
Lo cierto es que los jugadores profesionales de los mercados financieros internacionales apuestan por la no viabilidad de la moneda europea.
Pese a la anunciada catástrofe que esto supondría, la salida de países como España o Italia del euro, la verdad es que hay factores que hacen pensar que dicho acontecimiento podría ser una solución, siempre y cuando se hiciera de manera ordenada.
En primer lugar, supondría recuperar dos políticas económicas tan importantes como la monetaria, ahora en manos del Banco Central Europeo, y la cambiaria, lo que permitiría adaptarlas a su realidad económica y apoyar la recuperación de ambas economías en el sector exterior.
Las dos naciones tienen más de un 25 por ciento de su economía volcada en el sector exterior, cifra muy parecida a la de otros países europeos, incluido Alemania.
Si bien es cierto que en esta última son exportaciones industriales principalmente, mientras que España exporta servicios, como el turismo.
No obstante, la nación ibérica tiene sectores en los que es puntera tecnológicamente, como el de las energías renovables, o tiene un know how que la hace muy competitiva, el de la ingeniería civil. Todo esto hace que la salida del euro, con la consiguiente depreciación de la hipotética nueva moneda local, reactivaría todos estos sectores, en los que ambas economías podrían competir con mejores precios sin necesidad de devaluar los salarios.
Por otro lado, si las deudas de ambas economías, contraídas con el exterior, se trasladan a la nueva moneda, la inflación que previsiblemente se crearía, unida al crecimiento que supone la reactivación de la economía desde el sector exterior, facilitaría el cumplimiento de sus compromisos internacionales, si bien para los acreedores supondría una quita indirecta.
Una vez recuperada la soberanía de la política monetaria, esta podría adecuarse a las necesidades de sus respectivos mercados y apoyar el crecimiento económico mediante medidas expansivas del crédito, para recuperar la financiación de empresas que en estos momentos están estranguladas ante la dificultad de sus entidades bancarias de financiarse en los mercados internacionales.
Lorenzo Dávila
Jefe de Investigación del IEB, España