En buena hora el Fiscal y el Ministro de Hacienda revivieron el proyecto para eliminar tres ceros al peso colombiano. Las ventajas de contar con números mucho más cortos y sencillos que faciliten, tanto las operaciones comerciales y financieras como el procesamiento de la información, deberían ser evidentes y fuera de discusión. Quitarle tres ceros al peso es un simple cambio de convención que traerá incuantificables beneficios. Hace más de una década que se vienen radicando proyectos de ley con este fin, los cuales, extrañamente, no avanzan en el Congreso. En esta ocasión, la implementación se facilitará con la nueva familia de billetes diseñados para tal efecto, eliminando la palabra ‘mil’.
La alta inflación que, de forma persistente, enfrentó Colombia por más de dos décadas (1975-2000), ha tenido como efecto que 100 pesos de 1954 sean equivalentes a 340 mil pesos actuales. Nuestra vida diaria esta llena de abundante información numérica que es, en su gran mayoría, inútil. Ni los centavos, ni los pesos, ni las decenas, ni las centenas, representan valor alguno. Todo lo significativo va en millardos, billones y trillones, con filas de dígitos difíciles de administrar mentalmente. Es un gasto de memoria y esfuerzo que consume innecesariamente la atención. No solo por el largo tiempo que se emplea mientras los ojos ubican las cifras y los digitos importantes de un texto, recibo o extracto, sino por la dificultad para realizar cálculos elementales, como sumar el valor de un pantalón, o la cuenta en un restaurante.
La existencia de largas series de cifras anodinas se presta para situaciones absurdas. Los bancos, por ejemplo, llevan sus reportes contables con las cifras al centavo, aunque, por supuesto, no existen monedas con valor inferior a 50 pesos. Es usual ver presentaciones sobre empresas, negocios, reportes de inversión, precios de artículos en unidades de pesos, que confunden a la audiencia. Los periodistas se equivocan con frecuencia en sus artículos, incluso en titulares, sobre el costo de grandes obras públicas, y también los congresistas en sus alocuciones sobre presupuesto, gastos y tributos.
De esta manera, se oscurece la realidad, limitando el uso efectivo de la contabilidad y en general la capacidad para medir, calcular, y realizar negocios. Desde lo más elemental, hasta lo más complejo. Nos hemos adaptado a los cientos o miles de millones que cuesta una vivienda, a los cientos de miles de cualquier artículo y a vivir ahogados en números que no representan valor. Esto disminuye la velocidad y comprensión de la lectura de los números y explica, en gran medida, la ‘baja cultura financiera’ que tenemos los colombianos.
Eliminar los tres ceros es una medida tan sencilla y evidentemente beneficiosa para facilitar la vida diaria y estimular el desarrollo económico, que resulta incomprensible su postergación. La propuesta tendría una aplicación fácil, dictaminando que en Colombia en adelante, a partir de una fecha determinada, un peso equivaldrá a 1.000 ‘pesos antiguos’, que corresponderán a los billetes actuales. Estos continuarán utilizándose, siguiendo la nueva convención, y el Banco de la República los reemplazará gradualmente con las nuevas series, pero sin la palabra ‘mil’. El único costo vendrá del acuñamiento de las nuevas monedas.