En el debate público sobre las orientaciones de las distintas compañas presidenciales se ha hecho justificadamente mucho énfasis en los temas macroeconómicos. Ciertamente, garantizar la independencia del Banco de la República y su importante papel en la reducción de la inflación y sus otras responsabilidades en la conducción de la política financiera y cambiaria, la vigilancia en el equilibrio fiscal, basado en las normas de responsabilidad fiscal y de la regla fiscal, la gestión apropiada del gasto público, la armonización de la política macro con la política social, son algunos de los elementos que soportan la base de la estabilidad económica.
Sin embargo, también es preciso que se detalle mucho más en qué consiste la política de desarrollo productivo hacia el futuro, que está muy cerca de los resultados en materia de empleo, crecimiento y distribución. Colombia ha venido enfrentando una enorme vulnerabilidad en la estructuración de su diversificación productiva y de su canasta exportadora en una coyuntura en la cual el papel de largo plazo de los ingresos petroleros y mineros la hace aún más vulnerable, y en la cual se presentan también severas amenazas sobre los avances que se derivan del comercio mundial.
La irreductible necesidad de transformar y modernizar el campo dentro de un ambiente territorial diverso en uno de los sectores modernos más productivos, con diversidad de actores en cuanto a productos y tamaños, hacen necesarias claras reglas del juego estables sobre la propiedad de la tierra y la asignación de baldíos con participación de proyectos de distinto tamaño, adecuados a las condiciones climáticas y de fertilidad del suelo y a las posibilidades de financiamiento de los grandes proyectos que se requieren. La consolidación de una paz estable en el campo sería la mejor condición.
La necesidad de generar condiciones atractivas para la inversión privada en nuevos sectores industriales, caracterizados hoy por un capital humano más calificado, la consolidación de procesos de innovación y apropiación de tecnologías de la cuarta revolución industrial, del capitalismo sin capital, para proveedores de distinto tamaño de las grandes empresas y para éstas mismas. Se requiere un nuevo paradigma público privado.
Se ha repetido que Australia es un país ejemplar en la promoción de buenos proyectos mineros que contrarresten los efectos ambientales y remuneren a las comunidades locales con mayor prosperidad. ¿No es esto posible en Colombia? La diversidad sectorial que puede tener Colombia requiere de la combinación del crecimiento verde con la consolidación de políticas del Estado que no repartan privilegios y se concentren en bienes públicos, como la articulación de la red primaria y secundaria de carreteras con las vías terciarias que requiere la agricultura, el fortalecimiento de la infraestructura de comercio exterior como puertos, aeropuertos y red férrea, afianzar programas de calidad educativa desde la primera infancia, como el fortalecimiento de instrumentos de asignación transparente de recursos.
Se ve muy poco de sueños de los candidatos por otra Colombia que no sea la de la polarización.