Mucho se ha escrito sobre el descontento de amplios sectores medios del Reino Unido con los inmigrantes por la amenaza de puestos de trabajo. Mucho se ha escrito sobre la furia y el descontento de sectores americanos con los efectos de la reducción de calidad de vida producida por la crisis bancaria, ocurrida en un gobierno anterior al de Obama, y sobre la amenaza del empleo que representan el Nafta y la economía china. Con estos antecedentes, muchos votantes del Reino Unido y de Estados Unidos llegaron a las urnas con furia y pasión.
Se ha acuñado el término ‘posverdad’, que parece una contradicción en sí mismo, aludiendo a la actitud asumida por los electores cuando no los mueve la racionalidad (una recuperación económica en Estados Unidos, por ejemplo), sino las emociones, dando origen al ‘Brexit’ y al ‘efecto Trump’.
Mucho se ha escrito sobre el similar comportamiento de colombianos que no votaron, o votaron en contra del primer acuerdo de paz, como manifestación de esa ‘posverdad’. Mientras la racionalidad de la paz que queremos todos busca cambiar armas por votos, las emociones no permiten olvidar el desastre de la guerra de cinco décadas.
Nos encontramos en una coyuntura en la cual el Congreso de la República y la Corte Constitucional han despejado el camino para el segundo acuerdo. El premio nobel al presidente Santos puede constituir un impulso, pero el resultado final –se dice hoy– solo se verá en las próximas elecciones del 2018, que constituirían una especie de segundo plebiscito.
Sin embargo, sin tener la posibilidad de predecir el futuro, el segundo plebiscito, que puede ser verdad de hoy, se empieza a realizar si las Farc cumplen lo acordado con el Gobierno: entrega de armas, justicia, reparación, no repetición, la entrega de los niños de la guerra, el ejercicio leal de la política en los próximos meses. Si esto ocurre, probablemente los colombianos miremos en estos hechos positivos de paz una forma que no tiene vuelta atrás por otro gobierno.
Como el acuerdo firmado supone disponibilidad de recursos fiscales para impulsar muchos de sus componentes y, especialmente el pacto por el agro, es claro que la reforma tributaria , que se viene discutiendo en el Congreso, no podrá aportar, en un periodo corto, los requerimientos financieros de esos acuerdos, será imperativo extender el plazo más allá de lo deseable para esos proyectos, y esta no debería ser una excusa de incumplimiento por parte de las Farc.
Es simplemente el reflejo de la reforma tributaria sobre la cual logre el gobierno la aprobación del Congreso, además de la capacidad de tributación efectiva de la sociedad colombiana dentro de los términos de la legalidad.
Luis Alberto Zuleta J.
Consultor empresarial
zuldezub@lzuletaj.com.co
columnista
¿El segundo plebiscito?
Mientras la racionalidad de la paz que queremos todos busca cambiar armas por votos, las emociones no permiten olvidar el desastre de la guerra.
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Luis Alberto Zuleta J.
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