La solución al problema del hambre mundial está más cerca de lo que pensamos. Ya existen avances tecnológicos que literalmente van a revolucionar el mundo en este tema. Sin exagerar, no he visto ningún otro desarrollo con mayor potencial de impacto en la humanidad, convirtiéndose en motivo de gran esperanza para los seres humanos, en momentos en los que los recursos son cada vez más escasos y la población aumenta de manera acelerada.
Hoy somos 7,6 billones de habitantes en el planeta y, a pesar de la reducción de la pobreza mundial en la últimas décadas, todavía 795 millones de personas padecen hambre y el 12,9 por ciento de la población vive mal alimentada, según la FAO. Como si fuera poco, para el año 2050 debemos duplicar la producción de alimentos en la medida en que la población y el consumo crecen, particularmente en China e India. La pregunta es ¿cómo lograrlo sin ‘acabar’ con el planeta’, cuando la producción de alimentos es una de las principales amenazas para la sostenibilidad ambiental? ¿Cómo hacer más con mucho menos?
En una reciente visita a San Francisco conocí una de varias empresas que están trabajando en nuevos desarrollos en áreas de la alimentación, que, a primera vista, parecen de ciencia ficción, pero que ya son una realidad. Con una mezcla ecléctica en sus equipos de trabajo, desde científicos Ph. D. en biología molecular, hasta chefs con estrellas Michelin, logran crear alimentos nutritivos de manera ambientalmente responsable y sostenible, pero además con muy buen sabor. ¡Mi primera experiencia fue comer un omelette sin huevos! La textura y el sabor idénticos, solo que con cero colesterol.
Pero la máxima disrupción sucede en un laboratorio en el que se producen ‘carnes limpias’ de res, cerdo, pollo, y pescado. La teoría es simple y parte del hecho de que cuando los animales se alimentan convierten proteína vegetal en proteína animal, pero de manera muy ineficiente: una vaca come pasto y produce músculo (carne), pero también hueso, vísceras, piel, grasa, pelo y calor, a través del cual se pierde gran parte de la energía, sin olvidar la producción de metano en grandes cantidades.
En este laboratorio toman un conjunto de células animales (pueden ser de una pluma) y las ponen en un recipiente al cual se le van agregando nutrientes vegetales disueltos en una solución salina. Al alimentar las células directamente, estas se reproducen exponencialmente por mitosis, es decir: se duplican casi indefinidamente. De esta manera, se logra un proceso de producción ‘limpio’ en condiciones estériles y controladas, dando como resultado una carne de altísima calidad, sin sacrificar animales y sin las demás consecuencias negativas del proceso tradicional. En las ‘granjas del futuro’, se podrán producir miles de toneladas semanales de proteína animal aprovechable, ocupando una fracción de la tierra utilizada hoy, pero, más importante aún, utilizando 25 veces menos agua, 200 veces menos alimento (proteína vegetal), y produciendo 25 veces menos gases efecto invernadero. Además, no es necesario el uso de antibióticos o vacunas, pues no hay animales vivos. Es, en efecto, producir carne, pero sin la vaca.
Ciertamente, esto da a la humanidad una luz de esperanza frente al inmenso reto de lograr seguridad alimentaria sostenible y ambientalmente responsable para los 10 billones que pronto seremos. Pero, ¿qué puede significar para Colombia? Siendo optimista, es una gran oportunidad para alimentar mejor a los más de 8,5 millones de colombianos que aún viven en la pobreza, sin un adecuado acceso a alimentos, para quienes la proteína animal es un lujo. También implica que podríamos producir alimentos de una manera ambientalmente más sostenible y a la vez con una mayor productividad.
Pero, también, preocupa que en vez de dar ese salto cuántico en productividad y sostenibilidad nos rezaguemos todavía más, quedado con una ganadería, apicultura y porcicultura obsoletas y pasadas de moda en un entorno cada vez más competitivo. Hay que entender rápidamente lo que esta pasado en el mundo y adoptar estas nuevas tecnologías en vez de luchar contra ellas mediante barreras que al final, lo único que hacen es dejarnos por fuera del juego. Hay que pasar a jugar en la vanguardia.