El historiador Stephen James Randall estuvo en Bogotá, invitado por la Universidad del Rosario, para presentar su libro Frente a la estrella polar: Colombia y Estados Unidos desde 1974. Su carácter de canadiense y el hecho de haber vivido en varias épocas en Colombia, lo hacen un observador imparcial y un buen conocedor de las relaciones entre los dos países. Escogió 1974 porque en ese año terminó el Frente Nacional en Colombia y en EE. UU. se inició un cambio de política exterior a raíz de la guerra de Vietnam. A partir de este momento, las relaciones entre ellos se intensificaron por el papel que jugó Colombia en el tráfico de estupefacientes.
Considera que la noción de “aliados y distantes”, una mezcla de hegemonía e interdependencia, es la característica más determinante de las relaciones entre las dos naciones. A diferencia de la política exterior estadounidense, el enfoque de la colombiana no lo ha determinado una línea ideológica dura. Mientras que la primera ha sido formulada en términos como ‘la doctrina del destino manifiesto’, ‘extender los espacios de libertad’, ‘hacer del mundo un lugar seguro para la democracia’, o ‘promover cambios en regímenes foráneos’, la segunda se ha caracterizado por un decidido apoyo al multilateralismo, al derecho internacional y al respeto a la no intervención.
En este sentido, considera que la orientación de la política exterior colombiana se parece más a la de mayoría de las potencias medianas y emergentes, que desempeñan un papel modesto sin capacidad para proyectar su poder en un contexto global más amplio.
Estados Unidos respaldó a Colombia con estrategias de contrainsurgencia desde finales de la década de 1950. Sin embargo, para finales de 1970, la preocupación de EE. UU. con el narcotráfico internacional y el papel cada vez más importante del país en lo que concernía a dicho tráfico, adquirió mucho más relevancia que los grupos insurgentes. Solo tras los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001, los dos enfoques –lucha contra la insurgencia y las drogas– se unieron.
Con todo, a lo largo de estas décadas, los objetivos de las políticas estadounidenses respecto a Colombia permanecieron constantes, aunque varió su importancia relativa: neutralizar a los grupos insurgentes que pudieran desestabilizar la región; combatir el narcotráfico; promover el gobierno democrático y los derechos humanos; impulsar la libre empresa a través del libre comercio y políticas de inversión extranjera, y buscar el apoyo de Colombia en los organismos internacionales.
La llegada de Donald Trump a la presidencia de EE. UU. va a determinar las relaciones futuras entre los dos países. Hay que especular porque Trump es más impulsivo que ideológico y su política es impredecible. Es claro que país del norte está contento con lo que esta haciendo Colombia en materia de narcotráfico y la forma como ha colaborado en los últimos 15 años, a pesar que desde el 2016 aumentaron las hectáreas cultivadas de coca. No se ve que quiera aumentar el nivel de militarización. Pero el presupuesto de ayuda financiera está sufriendo recortes.
La preocupación de Trump en materia comercial en las Américas ha sido con los países que tiene balanza negativa (México y Canadá), no con los que tienen balanza positiva. Tal es el caso de Colombia.
Manuel José Cárdenas
Consultor internacional
emece1960@yahoo.com
'Aliados y distantes’
La preocupación de Trump en materia comercial en las Américas ha sido con los países que tiene balanza negativa (México y Canadá).
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