La celebración de los Bicentenarios de la Independencia de varios países de América Latina, que se inicia este año, es un acontecimiento de contenido simbólico y representa una buena oportunidad para examinar a los países y a la región con su pasado, su presente y su futuro.
Lamentablemente se trata de conmemoraciones eminentemente nacionales y no existe una perspectiva única entre los diferentes países a la hora de plantear su alcance y sentido.
Ante todo conviene preguntarse si América Latina existe como tal, o es, como lo anotó el historiador mexicano Edmundo O¿Gorman, un continente que no fue descubierto por los conquistadores españoles sino inventado por ellos.
El hecho es que una vez consumada la independencia de los virreinatos y de capitanías generales a principio del siglo XIX, se hizo evidente la imposibilidad de conservar la unidad de tan inmenso territorio y que el sueño de Bolívar fuera una realidad.
Durante este siglo la región se dividió en pequeñas republiquetas, que se enfrascaron en guerras intestinas y de fronteras, no habiendo podido avanzar en su desarrollo económico y social.
En la mitad del siglo XX tuvieron relativa importancia mundial, contribuyeron a la organización de la comunidad internacional, con la creación de las Naciones Unidas y la OEA, y sentaron las bases de los procesos de integración regional, que de dieron un nuevo y transitorio dinamismo a sus economías, aunque sin haberse incorporado plenamente al proceso de industrialización.
Al iniciarse el siglo XXI estos avances relativos muestran un claro retroceso. Jorge Volpi ha escrito al respecto, con el título El insomnio de Bolívar, un ensayo que es desolador.
Partiendo de la base de que la región se caracteriza por las diferencias ideológicas y políticas de sus respectivos gobiernos, el auge del populismo de algunos de ellos, y la fragmentación e inestabilidad de los procesos de integración regional, se pregunta, si América Latina existe como tal, y que si en lugar de un examen rutinario de salud lo que habría que pensar era en una autopsia y expedir un certificado de defusión de la misma.
En su opinión son nulas, las posibilidades de que la región levante cabeza en el futuro cercano y sólo en un ejercicio de futurología, demasiado arriesgado, solamente piensa que hasta el año 2110 se pueda llegar a crear los Estados Unidos de las Américas, que vaya desde Alaska hasta la Pagonía.
La realidad es que cada vez más México, y en menor medida Cuba y Centro América, se separan de América Latina y se acercan a Estados Unidos, fenómeno que será mayor una vez termine el castrismo.
Del concepto original de América Latina, queda solamente lo que se conoce como América del Sur, con un protagonismo evidente de Brasil que Venezuela quiere compartir, aspiración que no es posible por las diferencias ideológicas entre los dos países.
Ante esta situación será necesario esperar mejores tiempos. Mientras tanto, Colombia debe estrechar sus lazos con Chile y Perú, con base en una relación interna más profunda en todos los campos y con una proyección internacional que dé preferencia a la Cuenca del Pacífico.
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