Se ha dicho que la mejor forma para describir el actual sistema económico de China es el mercantilismo, ya que se asemeja a los mercantilistas de los siglos XVI y XVII.
Busca, al igual que estos últimos, consolidar un Estado-imperio fuerte mediante acumulación de activos, con base en bonos del Tesoro de EE. UU. u otros bienes financieros, y no oro y plata, como sucedió en el pasado, inundando el mundo con sus mercancías y perjudicando a los países en desarrollo.
Pero esa semejanza con el mercantilismo no sólo se refiere a los aspectos monetarios, sino también a los comerciales y de producción, en particular en sus relaciones con América Latina. China importa commodities, mientras Latinoamérica bienes suntuarios y de consumo.
La participación de China en el comercio internacional ha tenido una fuerte influencia en los precios. Por un lado, ha contribuido al incremento de los precios de determinados productos (hierro, oro, petróleo y soya) por el aumento de la demanda china, y por otro, ha conllevado a una disminución de los precios de los bienes en los que la producción local excede el consumo interno (juguetes, textiles, confecciones y artículos de la industria electrónica), por la ampliación de la oferta a bajos precios relativos.
Este auge de los commodities es uno de los factores de la situación favorable en que se encuentran los países de América Latina que los poseen, hasta el punto de que se diga que esta es la ‘década’ de la región.
Pero no hay que olvidar que este boom es pasajero. Tarde o temprano los precios de estos productos volverán a sus niveles normales, porque son bienes cuya demanda relativa decae a medida que aumenta la renta per cápita en una economía.
El caso colombiano no es una excepción. Si bien se ha presentado un crecimiento de las exportaciones a China, no significa que se haya producido una diversificación de la oferta.
Las ventas a este país están concentradas en productos de bajo valor agregado, especialmente carbón y chatarra. Colombia sigue en los primeros eslabones de la cadena de valor, que no permiten mayor margen de beneficio.
La pregunta que surge es: ¿quién es responsable de esta situación? ¿China con sus políticas mercantilistas o los países de América Latina? Al respecto hay que considerar que para que las relaciones de China con América Latina, y en particular con Colombia, tengan un impacto positivo generalizado, y no suceda lo mismo que pasó al terminar la Colonia con el mercantilismo español, deben realizarse profundas transformaciones en aspectos claves de su estructura económica y su relación bilateral, de modo que les permita aprovechar las oportunidades y eliminar las amenazas.
Para ello no basta celebrar tratados comerciales y de inversión, ni realizar misiones empresariales, hay que conseguir una transformación productiva de fondo.
Como lo ha sostenido Dani Rodrik, el desafío central del desarrollo económico no es la demanda externa, sino el cambio estructural interno.
El problema de América Latina es que no produce los bienes adecuados. Deben emprender una reestructuración en la que se sustituyan los productos primarios tradicionales por actividades de mayor productividad.