La derrota de François Hollande en las elecciones francesas no solo significa un duro golpe a la izquierda, sino que tiene hondas implicaciones en el campo económico y en el modelo de sociedad que busca seguir este país.
Existe un fuerte enfrentamiento entre el modelo europeo y el francés. Este último, no se parece al existente en la Unión Europea.
El europeo, basado en una integración profunda, busca la liberación de los bienes y servicios y la unión monetaria y financiera. Para superar la crisis que a sufrido la región en los últimos años y cumplir con los objetivos de la Unión, existe un Pacto de Estabilidad que exige drásticas medidas para controlar los déficit públicos.
El Gobierno de Hollande considera que a causa de estas políticas, el país se ha desindustrializado, las pymes están abrumadas por los impuestos y el sector financiero está más interesado en invertir en el resto del mundo que en Francia.
Para cambiar esta situación, Hollande y el nuevo primer ministro Manuel Valls, han puesto a la cabeza del ministerio de Economía a Arnaud Montebourg, que era el titular del Ministerio de Industria, conocido como el Ministerio de la Recuperación, quien es considerado del ala izquierda del Partido Socialista.
Montebourg es partidario del capitalismo cooperativo y la cogestión. Fue uno de los primeros políticos europeos en defender la liberalización de los datos públicos, después de que lo hizo Barack Obama en el 2009.
En el 2011, publicó el manifiesto proteccionista Votez pour la démondialisation, que lo colocó en la extrema izquierda del partido, cerca de las tesis del historiador Emmanuel Todd y del dirigente del Frente de Izquierda, Jean-Luc Mélenchon. En ese libro, Montebourg sigue las enseñanzas del sociólogo filipino Walden Bello y presenta 17 propuestas para la conversión ecológica y social del sistema productivo y para llegar a una revolución industrial verde.
Busca una globalización controlada, basada en la vigilancia estatal del sistema financiero, en el control de las deslocalizaciones y un nuevo proteccionismo europeo, liderado por una ‘tasa verde’ y la firma de acuerdos comerciales recíprocos con China y los países low cost.
En los últimos meses, Arnaud Montebourg ha mantenido duros enfrentamientos con Ángela Merkel, a la que acusó de hacer una política al estilo Bismarck, y con el vicepresidente de la Comisión Europea, Joaquín Almunia, al que reprochó por poner excesivas trabas a las ayudas públicas en nombre del respeto a la competencia. Con estos antecedentes, es difícil convertirlo en el vocero económico de Francia en Europa, por mucho que Hollande y Valls quieran elevar el tono en Bruselas para contentar a una ciudadanía que no quiere ni oír hablar de la austeridad.
Montebourg será, además, el encargado de sacar adelante el Pacto de Responsabilidad, que se contrapone al Pacto Europeo de Estabilidad, que implica recortar el gasto público en 50.000 millones de euros en tres años y bajar las cotizaciones sociales a las empresas para mejorar su competitividad.
Estas nuevas orientaciones han sido consideradas por diarios como Le Monde, como inadmisibles, al provenir de un país que ha sido cofundador de la Unión Europea y que pretende ejercer un liderazgo compartido con Alemania.
Además, no tienen en cuenta la interacción de los avances tecnológicos y las cambiantes estrategias de producción, organización y comercialización empresarial.
Manuel José Cárdenas
Consultor internacional