Con ‘bombos y platillos’ se firmó en Cartagena el Protocolo Adicional en materia comercial al Acuerdo Marco por medio del cual se creó la Alianza para el Pacífico, compuesta por Colombia, Chile, Perú y México. Ante los resultados limitados de los procesos de integración que se han realizado en la región, algunos han minimizado su importancia y otros, en el caso colombiano, han resaltado los riesgos que corre el sector agropecuario.
Sin embargo, es un error no tomar en serio este intento de integrar las cuatro economías más exitosas, las de mayor crecimiento económico y menor inflación de América Latina.
Estas representan el 36 por ciento de la economía latinoamericana, el 50 por ciento de todo su comercio internacional y el 41 por ciento de la inversión extranjera.
Si esta Alianza fuera un país, sería la octava economía más grande del mundo y la séptima potencia exportadora.
Sus cuatro integrantes lideran las listas de las economías más competitivas de región, y dado que el comercio entre ellos es del 4 por ciento de su comercio total, su potencial de crecimiento es enorme.
La Alianza del Pacífico no fue bien recibida por algunos líderes regionales.
Evo Morales, presidente de Bolivia, afirmó que representa una conspiración de Washington para dividir a la región. Rafael Correa, presidente de Ecuador, la describió despectivamente como “más neoliberalismo, más libre comercio”.
Lula da Silva, expresidentes de Brasil, declaró que la Alianza era un intento de revivir el nefasto Consenso de Washington. Antonio Patriota, exministro de Relaciones Exteriores de Brasil, dijo que la Alianza es “solo marketing, un nuevo empaque para un viejo producto”.
Marco Aurelio García, el principal asesor internacional de Dilma Rousseff, presidenta de Brasil, la calificó de “irrelevante”.
Por su parte, los cuatro presidentes de la Alianza responden que no están contra nadie, que se trata de una alianza económica, no política, realizada por gobiernos que tienen una visión común del manejo de sus economías, del tratamiento a la inversión extranjera y del respeto a la propiedad privada.
Pero, quizás, la respuesta más contundente han sido las decisiones de los cuatro países.
Ya han eliminado los aranceles al 92 por ciento de los productos y los visados a sus nacionales para promover sus negocios recíprocos. Han sentado las bases para la integración de sus bolsas de valores, y varios países miembros de la Alianza han establecido sedes diplomáticas comunes.
La manera como los integrantes de la Alianza demuestren a sus críticos que están equivocados dependerá de que no dejen en el papel estas iniciativas y aprovechen las ventajas del mercado ampliado con políticas internas, coordinadas regionalmente, para mejorar la competitividad y la innovación de sus economías.
Cada nación debe hacer esfuerzos especiales para apoyar a sus sectores más débiles.
Ello es particularmente válido en el caso del sector agrícola colombiano, en el cual no se requieren subsidios, sino nuevas y vigorosas políticas de desarrollo rural y agropecuario, concertadas con todos los interesados.
Las acciones internas para apoyar al ramo se deben complementar con las externas, celebrando acuerdos comerciales con otros países en los que existen ventajas comparativas, como China.
Esto permitirá a Colombia no quedar en desventaja con los demás Estados de la Alianza que tienen acuerdos con China y otros economías asiáticas.
Manuel José Cárdenas
Consultor internacional