A la fecha, han manifestado su interés en ser candidatos presidenciales más de 40 o 50 colombianos, la mayoría por firmas, y unos muy pocos en representación de partidos políticos.
¿Cómo interpretar este fenómeno? Nunca habíamos vivido una situación tan extraña y preocupante, ya que es símbolo de varias cosas. Llama la atención, en primer lugar, el hecho de que, así como hay candidatos y candidatas con preparación y experiencia, también se incluyen muchos que realmente no reúnen requisitos para aspirar a dirigir un país y menos en la difícil coyuntura social, política, ética, y económica que atravesamos.
Parece que se ha perdido la noción de las proporciones y la responsabilidad, a lo que se suma que a partir de la Constitución del 91 se eliminaron algunos requisitos para ser presidente de la República y solo se mantienen el ser colombiano de nacimiento, ciudadano en ejercicio y mayor de 30 años; ya no se exige ni ser profesional, ni ningún tipo de experiencia, por lo cual cualquier persona tiene el derecho de lanzarse como candidato.
Esta proliferación de candidatos muestra, en varios y varias de ellos, la ausencia total de ideologías, así como de identidad con las orientaciones de un partido; cada candidato se acomoda, en su mejor conveniencia oportunista, al partido o movimiento en el cual crea que puede tener opción, y en muchas ocasiones han pasado por diferentes partidos y campañas. Cuando no hay una ideología definida, no existe claridad sobre como orientar el desarrollo de un país y es difícil tener una visión de futuro colectivo acorde con sus convicciones, que permita al votante confiar en la consistencia de sus políticas.
Por otra parte, y quizá uno de los más graves trasfondos de esta situación, es el desprestigio y desinstitucionalización de los partidos. Estos son parte de la estructura democrática de una nación y cuando están institucionalizados, estructurados y con definiciones claras de principios, avalan, en la mayoría de los casos, la responsabilidad en el manejo de los asuntos públicos y el papel como canales de comunicación entre la población y los poderes Ejecutivo y Legislativo.
Todos los candidatos proponen cosas similares: enfrentar la corrupción, equilibrio fiscal, generación de empleo, lucha contra la pobreza, pero muy pocos dicen realmente ‘cómo’.
Debemos exigir y solo tener en cuenta a los candidatos que presenten los CÓMO de manera sólida y coherente; es muy fácil plantear un programa de gobierno con enunciados como lucha contra la corrupción, crecimiento, educación con cobertura y calidad, pero lo importante es sustentar las estrategias, acciones e indicadores para medir el cumplimiento de las metas, y presentar el costo de cada programa y cómo se va a financiar, pues es hay que tener presente que la situación fiscal del país es preocupante, siendo este uno de los temas graves a corregir, y, ello, el anuncio de planes y programas sin claras fuentes de financiación, no es posible, ni coherente.
De la misma manera, presentar las políticas que apoyarán a las empresas en la mejora de la competitividad, la producción, las exportaciones y la generación de empleo formal y estable. En cuanto a educación, puntualizar los programas atinentes a las necesidades del mundo actual: interconectado, tecnológico y en evolución acelerada; y lo más importante, como recuperar la ética y los valores de la sociedad. El problema de la corrupción no es tanto de normas, como de costumbres y principios.