Después de ocho años en la presidencia de Estados Unidos, el país más poderoso del mundo, se va Barack Hussein Obama, primer presidente negro de la historia. Su legado será juzgado permanentemente en el futuro, más si se tiene en cuenta que entrega el mando a Donald Trump, que se supone representa lo contrario, tanto en la forma como en el fondo.
Fue emocionante e inspirador el discurso de despedida de Obama en Chicago, en el que solo dedicó unos segundos a mostrar los resultados concretos de su gobierno e hizo una escasa directa a su sucesor para asegurar la garantía de una transición ordenada y transparente.
La reflexiones sobre la despedida emotiva son muchas, al igual que las frases que pronunció, más allá de la evaluación del trabajo realizado, pero sin caer en el simplismo una frase resume buena parte del mensaje: “Nuestra juventud y nuestra dirección, nuestra diversidad y apertura, y nuestra ilimitada capacidad para la reinvención nos dice que el futuro debería ser nuestro”. Educación, solidaridad y responsabilidad parecen ser las palabras clave.
No dudó Obama en afirmar que el desarrollo digital, si no se enfoca correctamente, constituye uno de los peligros más grandes para el sistema democrático, en el entendido de que la tendencia muestra una gran exclusión de los jóvenes si no se educan de acuerdo con esas competencias, lo cual profundiza la desigualdad y la frustración.
Es tan clara esa idea que hay estudios que estiman que el 60% de las profesiones de hoy no tendrá validez en el futuro no muy lejano. Sin duda que ello estimula el nacionalismo y el populismo que hoy ganan terreno en el mundo y que fueron factores determinantes en el triunfo de Trump, en el resultado del Brexit y en la ola que se extiende en países como Francia e Italia.
Fue muy contundente Obama en la equivocada creencia de la supremacía del “hombre blanco”, forma de xenofobia en Estados Unidos, siendo un país de inmigrantes: “Si declinamos invertir en los hijos de los inmigrantes solo porque no se parecen a nosotros, reducimos las posibilidades de nuestros hijos”. Sin duda que esta fue una alusión directa al nuevo gobierno que pregonó la idea de poner por encima de todo a la gente del país, excluyendo a los venidos de afuera. Para Obama, lo uno y lo otro no resulta incompatible.
Finalmente, el mandatario saliente llamó a la responsabilidad, participación y necesidad de aceptar las voces que piensan distinto y que muchas veces tienen la razón: “Aquí es donde aprendí que el cambio solo ocurre cuando la gente normal se involucra, se compromete y se une para reclamarlo”.
Ciertamente, buena parte de la culpa es de los políticos y los dirigentes por los que la gente vota y confía, allá y aquí, pero la responsabilidad no la puede eludir el votante por haber escogido en forma equivocada.
Y fue muy duro con uno de los fenómenos que más preocupa: la uniformidad de criterios que se impone en las redes sociales sin conocer siquiera su procedencia.
Ahora llega Trump, que ha optado por acogerse a los 140 caracteres como proponer y responder. El tiempo dirá si los electores se equivocaron o acertaron y, al igual que Obama, dará mucho de qué hablar. Y no solo de economía, sino de una forma de vivir.
Mario Hernández Zambrano
Empresario exportador
mariohernandez@mariohernandez.com
EE. UU. más allá de la economía
Ahora llega Trump, que ha optado por acogerse a los 140 caracteres como proponer y responder. El tiempo dirá si electores se equivocaron o acertaron.
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