A los economistas ortodoxos nunca les ha caído bien el Premio Nobel de Economía que le otorgaron a Joseph Stiglitz, como tampoco sus críticas a la banca multilateral -que explicó en su libro El malestar en la globalización-, más habiendo ocupado un puesto en el Banco Mundial, o haber hecho parte del Consejo de Asesores Económicos del presidente Clinton.
Una frase de su obra lo dice todo: “escribo este libro porque en el Banco Mundial comprobé, de primera mano, el efecto devastador que la globalización puede tener sobre los países en desarrollo, y especialmente sobre los pobres de esos países”. Por eso, lo que el nobel diga hoy tiene autoridad. Para los no expertos en modelos y teorías económicas, que creen que el manejo de los asuntos económicos va más allá de la formulación teórica, y no se puede desconocer la realidad concreta y el sentido común, Stiglitz tiene mucho que aportar, eso incluye al caso colombiano.
El nobel fue invitado al foro ‘El futuro de Colombia: justicia social y económica’, organizado por la Universidad del Rosario y El Tiempo, y aunque discutió temas de teoría con economistas de la talla de Guillermo Perry y el ministro Mauricio Cárdenas, como la regla fiscal -en la que no cree mucho, pues considera que el endeudamiento es una opción para financiar planes de gobierno-, lo limitado de los TLC firmados hasta ahora, que llama ‘una mentira’, o la función social de los impuestos y el gasto público -que no se puede desconocer, pero debe ser debate entre expertos-, hay dos asuntos en los que Stiglitz formula conceptos precisos que merecen atención, pues son determinantes en nuestra coyuntura: la lucha contra la corrupción como condición para infundir confianza, y las oportunidades para los jóvenes, como fórmula para alcanzar más equidad y abrir la sociedad hacia una mayor inclusión; preceptos clave para que la paz sea sostenible y duradera, basado en que “no hay una economía próspera y estable si esa prosperidad no es compartida”.
Ciertamente, lo que se debatió en el foro ha sido más que difundido, pero vale la pena recoger algunas ideas, si no queremos llevarnos una sorpresa, como la que se está dando en muchas partes del mundo, y que Stiglitz resume magistralmente: no se le presta atención a la desigualdad social y se ignoran a grandes fragmentos de la población, al basarse solo en las cifras macro que muestran muchos avances, como el caso de EE. UU., que gran parte de la población del país vio caer sus ingresos, reducir las oportunidades laborales y la expectativa de vida. La reacción de esas mayorías no se hizo esperar y eligen a quien les promete, con populismo, recuperar lo perdido. Es dramático: la clase baja en ese país está en la misma situación de hace 60 años y la clase media no ha aumentado su ingreso en las últimas tres décadas, lo que muestra una desesperanza grande (Stiglitz no cree que Trump lo logre). Pero no es solo en el imperio, el Reino Unido, varios países de la UE, y por aquí Venezuela y nuestro ‘No’ del 2 de octubre, envían mensajes claros.
Entre de lo dicho por el nobel, la educación es un asunto clave para atajar la inequidad y desigualdad sociales, y en Colombia merecen toda la atención. Un ejemplo claro: ni siquiera el el 5% de los bachilleres que se presentan a la Universidad Nacional puede ingresar. El caso de los aspirantes a Medicina es triste: de 20.000 estudiantes, solo hay cupo para 120.
P.D. Felicitaciones a quienes apoyan la construcción del Hospital de la Universidad Nacional, el cual será un orgullo para el país. Y un reconocimiento al médico José Félix Patiño por su donación de 11.000 libros a la biblioteca de la Universidad, que incluye la obra completa de William Shakespeare. Esfuerzos que hay que copiar.
Mario Hernández Zambrano
Empresario exportador
Ejemplos para evitar sorpresas
La educación es un asunto clave para detener la inequidad y desigualdad sociales,
y en Colombia merecen toda la atención.
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