Luego del marchitamiento de los regímenes populistas en América Latina, porque no pudieron concretar, en la práctica, su discurso, y por el contrario, ahondaron los problemas económicos y sociales generando mayor frustración, hay una tendencia en muchas partes, y esa sí no solo en la región, que recupera la idea de que solo aumentando la riqueza se puede tener más para que se dé una mayor distribución y se reduzca la pobreza.
Y esa idea pretende impulsar el crecimiento del sector privado por la vía de una reducción de impuestos, de tal forma que se estimule el crecimiento y la inversión, y, por ende, el empleo. Como habría mayor expansión productiva, el gobierno no sacrificaría ingresos, o mejor, el sacrificio fiscal por menores recaudos se compensaría por las mayores rentas que genera el crecimiento de la economía y los negocios.
La decisión de Trump de reducir los impuestos a las empresas de manera sustancial, parece estar dando los primeros resultados, pues hay compañías que han decidido aumentar sus inversiones y mejorar los salarios gracias al remanente que les queda. Sin embargo, no hay que creer, a ‘rajatabla’, que un aumento de los precios de las acciones, como el que venía ocurriendo, es señal de expansión, como tampoco que la caída es indicio de debacle. Sencillamente, la bolsa de valores es una escenario de especulación al que hay que ponerle atención, pero no es muestra de prosperidad o de la ortodoxia que se requiere para el manejo de los asuntos económicos. Lo que ha pasado en lo que va de febrero lo demuestra, la peor caída en valores absolutos en la historia de Wall Street y la baja relativa más alta en ocho años.
La idea de menores impuestos para las empresas está siendo debatida en Colombia por varios de los candidatos que esperan gobernar el país entre el 2018 y el 2022, aunque hay otros que consideran que la mejor manera de reducir la pobreza y el desempleo, sigue siendo a través de subsidios del Estado y recursos públicos, cuando la experiencia ha demostrado que el modelo eminentemente asistencialista genera prácticas indeseables en el manejo del presupuesto público, es ineficiente y se reproduce sin solucionar el problema.
Pero en el esquema de menores impuestos, no se debe caer en la trampa de pensar que es suficiente la reducción de las tarifas para que haya un efecto positivo sobre la economía y el bienestar. Se requiere una gran responsabilidad empresarial, así como y del Estado para ordenar sus finanzas, específicamente revisar la estructura del gasto público, liberando recursos desde áreas improductivas o renglones que no impactan a la sociedad. Y en esto, no se ha dado la contundencia requerida para hacer creíble una propuesta por parte de los candidatos. Solo uno o dos, se han referido al tema de reducir el gasto público ineficiente e innecesario.
Es claro que resulta distinto hablar en campaña de los impuestos que hacerlo desde el gobierno, ya que en el primer escenario hay que congraciarse con la tribuna como condición para obtener votos, pues la realidad es que pagar impuestos no resulta agradable para nadie. Aunque, como decía Benjamin Franklin: “En este mundo solo hay dos cosas seguras: la muerte y pagar impuestos”.