Nadie pone en duda la importancia de la macroeconomía y sus implicaciones sobre el funcionamiento del aparato productivo, pero lo que está pasando en Estados Unidos con el gobierno de Trump lo deja a uno perplejo, al menos en el corto plazo, en el entendido de que las ideas del mandatario se salen del modelo ortodoxo pregonado por años.
Ahora, los resultados parecen favorecerlo, así su popularidad sea mala: crecimiento por encima de lo esperado, desempleo en niveles históricamente bajos y un récord en la valorización de las acciones en bolsa, que ciertamente debe verse con recelo, pues la especulación es sinónimo de las operaciones bursátiles y hay que cuidarse de una burbuja.
Sin embargo, esa relación entre macro y micro es un asunto lejano e incomprendido para la mayoría de la gente. Por estos días, he leído un libro del español Xavier Sala, profesor de la Universidad de Columbia, que cautiva desde su mismo título Economía en colores, y en el cual encontré algo que convence: “Los principales responsables de esa incomprensión somos los economistas, por no haber sido capaces de comunicarnos con el ciudadano de a pie. Los profesionales de la economía tenemos una irritante tendencia a emplear palabras, conceptos, modelos, argumentos, datos y teorías extraordinariamente complicadas que solo entienden otros economistas”.
Y sigo con el libro para despejar una duda que tuve desde el primer momento sobre ¿por qué darle colores a un tema tan sofistificado como es la economía?, y ahora creo que tiene toda la razón. Cada capítulo, que tiene un color, arranca con una anécdota grata que luego aplica a la economía, que hasta ahí es curioso y divertido, pero con un gran fondo: el emprendimiento y la innovación merecen una oportunidad en el mundo de hoy. Los colores lila, azul y naranja (Cap. 2, 3 y 4) enmarcan una discusión que en Colombia estamos comenzando a dar, pero que debemos acelerarla y ponerla en práctica: la reinvención de nuestro modelo económico y productivo con emprendimiento, que involucre la innovación, producto del desarrollo del talento y la aplicación de la tecnología.
En ese orden, cae como anillo al dedo un artículo del exministro Luis Guillermo Plata, publicado en la web de la revista Semana, en el que advierte que las ciudades compiten hoy por convertirse en líderes de la innovación y la tecnología, entre ellas San Francisco Búfalo, Chicago, Berlín, Shanghái, Tel Aviv y Londres, motivo por el cual muchas capitales “quieren ser parte de este robusto e impresionante ecosistema y estar en la ciudad en la que se respira innovación, tecnología y emprendimiento”.
“Ya es hora de que nuestra ciudad (Bogotá) entre de verdad a esta competencia. Para lograrlo se requiere llevar a cabo iniciativas audaces y de alto impacto que contribuyan contundentemente a corregir las principales fallas de mercado, especialmente en relación con apoyo al emprendimiento, brechas en formación para el trabajo del siglo XXI y dificultades para acceder a capital. Es hora de que los actores públicos y privados tomemos la decisión de apostarle juntos y en serio a convertir a Bogotá en un hub de innovación y tecnología”, afirmación del exministro que se debe desarrollar y que políticos locales y nacionales deben involucrar en sus programas de gobierno.