Los escalafones sobre la riqueza en el mundo están en todas partes. En el caso de los países, la medición está dada en términos de PIB global y per cápita, y en las personas por la riqueza (US$) individual. Y, en particular, en el caso de los humanos más ricos está en que, buena parte, (tres de los cinco primeros) no está expresada en el concepto de activos tradicionales, equipos y máquinas o petróleo y minas, sino en algo que hace años no estaba en los cálculos: la combinación entre tecnología y talento, que es la mejor definición de innovación. Jeff Bezos (Amazon), Bill Gates (Microsoft) y Marck Zuckenberg son los mejores exponentes de este concepto moderno de riqueza.
No es por criticar, pero, en el caso colombiano, la riqueza está muy alejada de esa idea y, por el contrario, siguen siendo los mismos tres nombres de las últimas décadas y los que siguen en la lista están en la anterior concepción de riqueza, sustentada en bienes y activos físicos que producen mercancías y productos para atender las necesidades de los consumidores, y no nos hemos dado cuenta de que la canasta de demanda local ha cambiado y seguirá evolucionando de forma dramática en el futuro, como está pasando en el mundo.
No se puede desconocer que en el país ha habido innovación en el sentido clásico de mejoramiento de procesos, pero no es claro que lo haya en lo que viven hoy otros países cercanos como Perú, Chile y México, nuestros socios en la Alianza del Pacífico, y Brasil, pese a sus problemas. Perú y Chile sorprenden por lo que han hecho en integración de las cadenas productivas y en manufacturas.
El caso de nuestro, producto bandera, el café, es un ejemplo muy diciente. Teniendo la materia primera de primera calidad mundial, no hemos podido reinventarnos de forma que nos haga competitivos afuera con el modelo Juan Valdez. Hoy sería otro el resultado para enfrentar los bajos precios del grano si se hubiera logrado innovar.
El presidente Duque, por su carisma, forma de actuar, juventud e ideas, representa a una nueva generación que debe poner en marcha la salida de ese marasmo, proceso que no se da de la noche a la mañana. Pero, también es tarea de los empresarios reinventarse para ser más competitivos, pero es un asunto que debe extenderse a toda la vida nacional, comenzando por nuestra clase política y los gobernantes, para quienes el ejercicio de lo público debe ser la prioridad y no la satisfacción de sus intereses particulares, “la ideología del beneficio” que se sustenta en la queja permanente para obtener beneficios, subsidios y gabelas del Estado.
El entorno que esta viviendo el país no es nada fácil y la incertidumbre se extiende, comenzando por buena parte de la vecindad, pero la fatalidad no es el camino. La queja y el reclamo al gobierno no puede seguir siendo el deporte nacional. Es una contaminación dañina para los empresarios.
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Qué aleccionador el mensaje javeriano a sus egresados que están en cargos importantes del gobierno. El rector, padre Peláez, les dijo: “No se deslumbren, el poder es efímero, pero no la rectitud y el honor”, “No se les olvide que somos uno de los países con mayor desigualdad en el mundo”.
Mario Hernández Zambrano
Empresario exportador
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