Sobre la Alianza del Pacífico y la cumbre realizada en Cali se pueden hacer todo tipo de comentarios, desde decir que es un propósito más político que real y que mientras nuestra costa Pacífica no se desarrolle es poco lo que se puede lograr, hasta que es una demostración de que el presidente Santos se mueve muy bien en estos eventos internacionales.
Lo que no se puede desconocer es que es un acierto de cuatro países pensar en que se debe hacer un gran esfuerzo común para integrarse a lo que es una realidad contundente: el mercado de los llamados países del Pacífico, comenzando por China, Japón y Corea.
México, Chile, Perú y Colombia tienen varias cosas en común que constituyen la fortaleza del bloque, como su concepción económica del desarrollo, complementaridad productiva y el buen momento por el que están pasando. A esto se agrega la vinculación directa del sector privado en las negociaciones desde el inicio del proceso. Estos avances han generado una gran expectativa en otras partes del mundo, como se vio en el número de delegaciones que asistieron a la cumbre.
Pero por encima de cualquier consideración, hay que destacar la decisión unificada de los cuatro mandatarios de darle una gran importancia a la educación en la región, como condición fundamental para que los pueblos avancen hacia el desarrollo.
La experiencia en el tema de China, India y los países de esa zona del mundo en la que se pretende incursionar, es la lección a imitar, pues sus resultados no se pueden ocultar.
Poner como prioridad el desarrollo del conocimiento es un gran acierto, sin abandonar otros temas de interés como la necesaria integración comercial, el fomento al turismo y la eliminación de visas para los ciudadanos de los países miembros de la Alianza.
Es evidente que la estrategia hay que ponerla en práctica, lo cual es un tema de ejecución en el que muchas veces se falla en nuestro país y, en general, en otras naciones en condiciones similares de desarrollo, así como hay problemas en el seguimiento de las acciones.
¿Cómo hacerlo? Sin duda es un proceso cuyos resultados no se obtienen en el corto plazo, y en esos términos es clara la continuidad que debe haber en su manejo por parte del Gobierno Nacional, los departamentos y municipios en Colombia.
Pero la formulación de una estrategia también es básica y debe comenzar por los niños, desde el mismo momento del embarazo, en el entendido de que solo así garantizamos que nazcan y crezcan en condiciones físicas y mentales aptas para acceder a la educación. El paso siguiente es hacer obligatorio el kínder en todo el país, pues también está comprobado que es una etapa determinante en la formación, con el paso de los años.
Mario Hernández
Empresario exportador
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