Los indicadores de gestión existen en las empresas privadas y se expresan concretamente, antes que para flagelar, para hacer seguimiento, corregir fallas, hacer ajustes y evitar que se tenga que decir ‘si se hubiera hecho antes’ o ‘ya es muy tarde’. Ciertamente, nadie tiene la varita mágica para todo, pero se tiene certeza y se determina dónde y quién responde tanto por los buenos resultados como por los errores y las fallas cometidas.
Por ejemplo, hay un gran escándalo en el Reino Unido por un error cometido a mediados del pasado diciembre: miles de productos (ropa, celulares, muebles, juguetes) anunciados en Amazon aparecieron a la venta por un centavo de libra. Fueron remitidos a través de la tienda de comercio electrónico, que confirmaba los increíbles pedidos. Alguien debe responder por el error y pagar las consecuencias, si nos atenemos a la seriedad y rigor de los británicos. Y es que debe ser así.
¿Será que aquí actuaríamos igual? Lo dudo mucho, e imaginemos lo que pasaría: una investigación para detectar lo ocurrido, pasaría a la Fiscalía General y llevaría meses de trabajo y audiencias públicas, ruedas de prensa por doquier e intromisión de la Procuraduría y la Defensoría del Pueblo. Y hasta la Dian se preocuparía por la subfacturación y el IVA que no le llega.
En el fondo, lo que ocurre en nuestro país es que nos hemos acostumbrado a hablar mucho y hacer poco. A dedicar bastante tiempo a discutir, proponer y planear, pero no a ejecutar. Es una forma muy especial de no asumir responsabilidades, de atomizar las soluciones y de sacarle el cuerpo a la solución de los problemas.
Así se explica por qué llevamos tanto tiempo con un modelo de salud fracasado, un sistema educativo no competitivo, una agricultura arcaica, una infraestructura deficiente, como pocos la de países, y gobiernos locales sin rumbo ni ruta, como pasa en Bogotá, en donde nadie manda y a nadie le importa. Y no es raro que sigamos reproduciendo el esquema, porque lo queremos así.
Es sorprendente lo que pasa con nuestros funcionarios públicos, incluyendo muchos ministros y altos ejecutivos, sin embargo, poco nos preocupamos porque la elección de ellos sea la mejor, y en esos términos tampoco por la acción y las ejecuciones. ¿Un ejemplo? Se está buscando un reemplazo para la presidencia de Ecopetrol, y, a decir verdad, ninguno de los postulados ha pasado por una compañía petrolera, así sean buenas personas e inteligentes. ¿Se imagina alguien que Chevron o BP estuviera escogiendo a su CEO? Seguro que pondría como primera condición que supiera del negocio.
Nuestro Congreso de la República sufre de algo parecido en grado superlativo. Sin que hayan cambiado las condiciones, los mismos que hasta hace solo unos años pregonaban el endurecimiento militar contra la guerrilla, hoy son grandes defensores del diálogo. Lo hacen sin pudor alguno.
¿Solución? Alguien debe inventarse un plan de evaluación de la administración pública, y no es el Gobierno mismo. Debería ser un trabajo liderado por el Consejo Gremial y realizado por la academia. Independiente y sin interferencias políticas ni presiones oficiales.
Adenda. Los colombianos nos merecemos un 2015 de muchos éxitos y en paz. Así lo deseo de todo corazón.
Mario Hernández Zambrano
Empresario exportador
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