Advertencia. Las rebajas de impuestos pueden ser perjudiciales para la economía. Como en las cajetillas de cigarrillos, este aviso debería estar en la portada de los programas económicos de aquellos candidatos que en la campaña electoral hacen la promesa populista de bajar los impuestos y, al mismo tiempo, no incrementar, e incluso reducir, el déficit fiscal. Cualquiera que sea el próximo presidente va a tener que subir los impuestos, no importa lo que le prometa a los votantes.
Una aclaración indispensable es que me refiero al monto total de los gravámenes y no a tributos específicos. Es cierto que las tarifas de los impuestos a las empresas son altas –aunque sean teóricas y muchas no las paguen– y se deberían disminuir; que el IVA es inequitativo y regresivo y también debería reducirse. Pero si se quieren ganar votos proponiendo rebajas como estas, se debe asumir el costo político de plantear quién debe pagar más impuestos para tapar el inevitable hueco fiscal.
Los candidatos que se autoproclaman fiscalmente responsables, prometen, sin sonrojarse, rebajar tributos basados en la ilusión de una mitología económica de la derecha que se puso de moda hace 40 años con el gobierno de Reagan: que bajarle los impuestos –sobre todo si es a los más ricos– va a aumentar el recaudo total de gravámenes porque impulsa el crecimiento económico y la creación de empleos. Además, la complementan con otras promesas de recortar el gasto público y reducir la evasión fiscal.
La más reciente demostración de que este tipo de análisis es una falacia, es la reforma tributaria promovida por Trump y aprobada por el Partido Republicano. Según el reporte sobre su impacto, de la Oficina del Presupuesto del Congreso de EE. UU. (CBO, organismo de sólida reputación, técnico y no partidista, que ojalá pudiéramos tener en Colombia), las conclusiones son diferentes a las promesas.
Según el CBO, en una década la reforma de Trump va a reducir los ingresos del gobierno en US$1,3 billones, lo cual, junto con el aumento en los pagos de intereses por la deuda adicional que deberá contratar el gobierno para tapar ese faltante, va a incrementar el déficit fiscal norteamericano en US$1,9 billones, una cifra equivalente a 7 veces el PIB de Colombia.
La razón principal de tal catástrofe fiscal es que los menores impuestos van a contribuir muy poco a acelerar el crecimiento económico y, por lo tanto, no van a generar mayor recaudo tributario que los compense. Esta conclusión no contradice el modelo keynesiano que postula los estímulos tributarios como una de las políticas para el crecimiento, por tres razones.
La primera porque la economía norteamericana está cerca del pleno empleo, situación en la cual los estímulos de demanda no aumentan el PIB, sino la inflación. La segunda es que, ante este riesgo, el banco central va a aumentar sus tasas de interés, poniendo un freno a la expansión económica. Y la tercera, porque no es claro que los beneficiarios de las rebajas de impuestos vayan a aumentar el consumo o la inversión.
En Colombia sí es necesario cambiar la estructura de la tributación, como lo propuso la Comisión de Expertos, pero si se bajan los impuestos de unos tendrán que subir los de otros.