¿Qué va a pasar con el dólar?, es la pregunta de moda no solo en los foros especializados, sino en todas las reuniones en las cuales aparece un economista a quien los crédulos siguen consultando convencidos de que tiene la bolita de cristal para pronosticar el futuro. No acaban de entender que los economistas ni siquiera se ponen de acuerdo para pronosticar el pasado.
El precio del dólar cerró la semana en 2.150 pesos, es decir, casi 17 por ciento (o 300 pesos) por encima del precio registrado en el mes de julio. Los que piensan que es una subida exagerada deberían recordar que ese es el mismo nivel que tenía la tasa de cambio a mediados del 2000, o sea que en 14 años el dólar no ha subido, mientras que los demás precios de la economía –medidos por el IPC– se han duplicado en el mismo periodo.
La subida reciente del dólar se explica por la ineludible ley de la oferta y la demanda: cuando baja la oferta de un producto y hay escasez del mismo, su precio sube. Y la oferta de dólares se ha reducido por dos factores: uno, la abrupta caída del precio del petróleo –casi 30 por ciento, en menos de 5 meses–, que ha empeorado el saldo negativo de nuestro comercio exterior; dos, la disminución de los ingresos de capital extranjero, en particular los de inversiones de portafolio o capitales golondrina, que fueron muy abundantes hasta septiembre pasado y después se frenaron.
Sin ánimo de entrar en el juego de las adivinanzas, se pueden pensar diversos escenarios del comportamiento futuro de estos dos factores y cada quien puede asignarle el grado de probabilidad de ocurrencia de cada uno para formarse su propio pronóstico del dólar.
El primero es que el crudo vuelva a cotizarse por encima de 100 dólares el barril y se reanuden los ingresos de capitales golondrina, en cuyo caso el precio del dólar volvería a caer a niveles de 1.800 pesos. Según opinan los expertos, lo del petróleo es poco probable y, en cambio, lo de los capitales golondrina, aún menos factible por las expectativas de subida de las tasas de interés en EE. UU. O sea que este es un escenario que casi se puede descartar, salvo ante un evento catastrófico como una guerra abierta en el Medio Oriente.
También es difícil que el petróleo baje por debajo de 70 dólares, de manera que el escenario más probable es que se mantenga por un tiempo fluctuando entre los 70 y 80 dólares, es decir, por debajo de los precios utilizados en los presupuestos oficiales. Si al mismo tiempo, los capitales golondrina se mantienen en su nivel actual, esto es que no entran más, pero tampoco se van, el precio del dólar continuaría una tendencia lenta de subida hasta niveles cercanos a los 2.300 pesos para el año entrante.
Si por el contrario, los capitales golondrina deciden que el clima está mejor en EE. UU. y empiezan a salir del país con la misma velocidad con que entraron, el precio del dólar se disparará y no sería extraño que superara la barrera de los 2.500 pesos, como ya lo hizo después del estallido de la crisis financiera del 2008. No es posible afirmar que este sea el escenario más probable, pero sí se puede decir que esa tasa de cambio es la más conveniente para los productores colombianos e incluso para las finanzas públicas, puesto que aumentaría el valor en pesos de los ingresos petroleros.
Mauricio Cabrera G.
Consultor privado
macabrera99@hotmail.com