En épocas de altas tasas de inflación se criticaba a los gobiernos por financiar el gasto público con el llamado ‘impuesto inflacionario’. Este consistía en la disminución del valor de la deuda pública por efecto de la inflación, pues el pago de la deuda se hacía con unos pesos que tenían mucho menor valor que en el momento de recibir el crédito. Este beneficio para las finanzas públicas representaba una pérdida para los que habían prestado la plata, y un costo para el público en general por la pérdida del poder adquisitivo de su dinero causada por la inflación. Por eso se le calificaba como ‘impuesto’.
Ahora, con la inflación bajo control, el Gobierno colombiano ha encontrado una nueva forma disfrazada de financiar el gasto público y disminuir el valor de su deuda, transfiriendo el costo a otros sectores de la economía ya no mediante el aumento de los precios, sino con la revaluación de la tasa de cambio, que perjudica a los productores. Por eso lo podemos llamar el ‘impuesto cambiario’.
Este nuevo impuesto funciona a través de dos canales: el primero es cuando se revalúa el peso y baja el precio del dólar, disminuye el valor en pesos del servicio de la deuda pública externa. Con unos pagos de intereses externos de unos US$2.500 millones anuales, cada $100 de revaluación implican un ‘ahorro’ para el fisco de $250.000 millones. Sin embargo, podría argumentarse que como la tasa de cambio no la determina el Gobierno, sino el mercado, este ahorro no proviene de un ‘impuesto’ causado por el Gobierno.
El segundo es más complejo y sí depende de decisiones oficiales. Es la política de tratar de bajar el costo de la deuda pública incentivando a inversionistas extranjeros a que traigan dólares al país para comprar TES, pues esta mayor demanda de títulos de deuda pública hace bajar sus tasas de interés. El daño colateral está en que el mayor ingreso de divisas también hace bajar el precio de dólar con los conocidos efectos negativos sobre las exportaciones y la producción nacional que compite con bienes importados.
La abrupta caída reciente de la tasa de cambio, pasando de $2.050 a $1.964 en menos de 15 días, se explica por dos anuncios de este tipo de incentivos a los ingresos de capitales de corto plazo. Uno, el del banco internacional JP Morgan, de ampliar la participación de los TES en sus portafolios de inversión en países emergentes, y el otro el del Director de Crédito Público del plan del Gobierno de reducir aún más los impuestos para los rendimientos de las inversiones extranjeras de corto plazo. Después de estos anuncios se dispararon los ingresos de capitales golondrina, llegando a US$1.200 millones en solo un mes, frente a US$650 millones en el mismo periodo del año anterior.
En realidad, el anuncio del funcionario ratifica la grave equivocación que cometió el Gobierno en la reforma tributaria del 2012 cuando redujo del 33% al 14% el impuesto sobre los rendimientos obtenidos por extranjeros en la compra de TES. Como resultado, el año pasado la inversión extranjera en títulos del Gobierno llegó a US$7.847 millones, mientras que en el 2012 había sido de US$1.476 millones.
El Gobierno sí puede bajar unos puntos el costo de su deuda, incentivando la compra de TES por inversionistas extranjeros, pero al hacerlo está contribuyendo a la funesta revaluación del peso e imponiendo un ‘impuesto cambiario’ sobre el resto de la economía.
Mauricio Cabrera G.
Consultor privado
macabrera99@hotmail.com