¿Sirvió para algo el fracasado intento de lograr un consenso nacional alrededor del acuerdo para la paz con las Farc después del resultado del plebiscito? ¿Se perdió el tiempo en las largas reuniones con los autoproclamados voceros del ‘No’?
A primera vista, por la furibunda reacción de los parlamentarios del Centro Democrático (CD) se podría pensar que no sirvió para nada y que la polarización está peor. Sin embargo, un análisis más detallado permite concluir que sí hubo por lo menos dos logros importantes: primero, se mejoró el acuerdo atendiendo muchas de las observaciones de quienes se habían opuesto al anterior, y segundo, se develaron las verdaderas intenciones de los que no quieren ningún proceso de paz.
Ante todo, hay que resaltar el esfuerzo de todos, que permitió llegar a un nuevo acuerdo: los que con dedicación presentaron centenares de propuestas para modificarlo; el gobierno que, con talante democrático, escuchó a todos los voceros; el equipo negociador que, en largas jornadas, las presentó en La Habana, y las Farc, que entendieron el mensaje del voto de protesta y aceptaron modificaciones de fondo a un texto ya firmado.
El resultado fue un mejor acuerdo, como con humildad lo reconoció Humberto de la Calle, en el que se incluyeron cerca del 90 por ciento de las propuestas presentadas, con cambios en puntos sustanciales como la no inclusión de todo el acuerdo en el bloque de constitucionalidad, los límites a la Justicia Especial para la Paz, los recursos de las Farc para la reparación a las víctimas, o la conexidad del delito del narcotráfico. Además, se aclararon malentendidos sobre temas como la ideología de género, o el respeto a la propiedad privada.
Muchos reconocieron estos cambios y le dieron su apoyo al nuevo acuerdo: entre otros, la Iglesia Católica y varias iglesias cristianas, el Consejo de Estado, y los militares retirados, y gremios empresariales. Todos estos sectores del ‘No’ estaban sinceramente interesados en mejorar el acuerdo y lo lograron, de manera que se puede decir que el nuevo acuerdo hoy tiene el respaldo mayoritario de la población.
Pero el expresidente mentiroso y sus seguidores, que niegan hasta lo evidente, ni siquiera reconocen estos cambios y continúan en su férrea oposición a la paz. Así están confirmando que su posición no era el no a un acuerdo específico, sino el nunca a cualquier intento de acabar la guerra por un camino diferente a la derrota militar de las Farc.
Cuando empezaron las negociaciones, dijeron que no se podía hablar con terroristas; cuando el mundo entero apoyó el proceso de paz, dijeron que se estaba entregando el país al ‘castrochavismo’; cuando se llegó al acuerdo, dijeron que sí querían la paz, pero no así; cuando se cambió el acuerdo lo rechazaron porque se mantuvo la elegibilidad política de los guerrilleros.
Queda claro su mensaje: nunca quisieron la paz, y nunca van a aceptar que la haga Santos, porque su objetivo real es volver al poder en el 2018, aunque –con su talante antidemocrático– piensan que la mínima mayoría en el plebiscito les da la legitimidad para pedir la renuncia del presidente, o la revocatoria del Congreso.
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Adenda: lamentable que la junta del Banco de la República no hubiera acogido la sugerencia del Ministro de Hacienda de bajar las tasas de interés. El comunicado de la junta reconoce que el contexto internacional es negativo, que la economía se frenó más allá de lo esperado y que la inflación está bajando rápidamente, pero, ante tanta evidencia, su decisión incomprensible fue no bajar las tasas.
Mauricio Cabrera G.
Consultor privado
mcabrera@cabreraybedoya.com
Los del ‘no’ y los del nunca
Queda claro su mensaje: nunca quisieron la paz, y nunca van a aceptar que la haga Santos, porque su objetivo real es volver al poder en el 2018.
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