Los congresistas del Centro Democrático portan orgullosos, en la solapa de sus vestidos, la imagen de un conejo blanco. Como ese tipo de emblemas se usan para denotar la pertenencia a algún colectivo, o para expresar el apoyo a una causa determinada –por eso los que apoyamos el proceso de paz usamos el símbolo de la paloma–, cabe preguntarse qué apoyo quieren demostrar con el conejo.
Poner conejo, es un modismo muy colombiano que significa estafar o engañar. Sabiendo el talante caudillista del CD, quien usa esa insignia lo debe hacer en referencia a alguno de los conejos que ha promovido su líder. En la actual coyuntura política, hay dos posibles hechos que los motiven a usarlo: uno de intención o deseo, y, el otro, de recuerdo o, tal vez, de remordimiento.
El que desearían poner es el conejo a la paz . Los directivos del CD han dicho, con toda claridad, que si se toman el poder, su objetivo es “hacer trizas” el Acuerdo de Paz con las Farc, y mientras lo logran, han tratado de poner toda clase de trabas y zancadillas a la implementación del acuerdo.
No importan cinco años de trabajo de un excelente equipo negociador; no importa que después del referendo se hayan modificado aspectos sustanciales del texto; no importa que lo haya firmado el Jefe del Estado, ni que lo haya ratificado el Congreso y que haya sido avalado por las cortes; no importa que la ONU, el Papa, los mandatarios europeos, y hasta Trump, celebren que se haya firmado el acuerdo y lo estén apoyando. Ellos, los del CD, son los únicos iluminados en el mundo, que creen que este es negativo y hay que desconocerlo.
Es innegable que las Farc están cumpliendo sus compromisos, sobre todo el más importante de desmovilizarse y entregar las armas, es decir que ya han aceptado dejar de ser un grupo armado que busca tomarse el poder por la fuerza y han cambiado los fusiles por las palabras. Es un conejazo que ahora se pretenda que el Estado no cumpla sus compromisos.
El conejo del pasado es el que el expresidente mentiroso le puso a los trabajadores colombianos hace 15 años con la reforma laboral (Ley 789 de 2002), que recortó las horas extras y el recargo nocturno y dominicales. El objetivo, aparente, era generar 160.000 empleos por año, pero como lo demostró el hoy Ministro de Salud solo se crearon unos 15.000, y solo el 3 por ciento de las empresas había contratado nuevos trabajadores por efecto de la reforma.
La meta real era promover la ‘confianza inversionista’, reduciendo los costos de las empresas, lo que sí se logró, con creces. Un estudio del profesor Beethoven Herrera, estimó que en cuatro años los ingresos de los trabajadores del comercio, hotelería, salud y vigilancia privada, se redujeron en $2,6 billones, que fueron a engrosar las utilidades de las empresas.
Pero no solo se asaltó el bolsillo de los trabajadores, sino que se les hizo conejo, pues la misma Ley 789 ordenaba que si en dos años no se lograban los nuevos empleos, el gobierno debía derogar esas disposiciones. Nunca lo hizo, y hoy, con 13 años de retraso, el Congreso aprobó la restitución de solo una hora de las cuatro que se suprimieron a la jornada nocturna, y los que no crearon empleos con la reforma se rasgan las vestiduras diciendo que al reducirla si se van a destruir empleos. Es un conejo mentiroso.
Expertos en conejos
El Congreso aprobó la restitución de solo una hora de las cuatro que se suprimieron a la jornada nocturna.
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