La reunión, en Cartagena, de Bill Clinton, Tony Blair, Felipe González, Fernando Henrique Cardoso y Ricardo Lagos es un evento de gran importancia, así haya sido relegado a un segundo plano noticioso por la brillante actuación de la Selección Colombia en el Mundial de Brasil.
El solo hecho de que estos cinco líderes, de tendencia socialdemócrata y talla mundial, hayan aceptado la invitación del presidente Santos para venir al conversatorio sobre la Tercera Vía, demuestra la actualidad del tema, pero, sobre todo, el posicionamiento que ha alcanzado Colombia en la escena mundial, algo inimaginable en los años oscuros del Gobierno anterior.
El resultado más importante del evento fue el apoyo unánime y decidido a las negociaciones con las Farc.
La declaración firmada por estos cinco líderes muestra que el mundo entero espera que este proceso culmine con éxito para poner fin al conflicto interno más antiguo que existe en el planeta y se pueda empezar a construir la paz en nuestro país, a avanzar ‘en el camino de la modernización con justicia social’.
En lo que resultó estéril el conversatorio fue en el análisis de cómo aplicar el modelo político y económico de la Tercera Vía para construir una sociedad más justa y en paz.
Los cuatro valores que inspiran el modelo son excelentes: mejor distribución de la riqueza, igualdad de oportunidades, responsabilidad y solidaridad; el problema es que ninguno de los cinco exmandatarios pudo hacerlo realidad en sus Gobiernos, a pesar de haber logrado buenos índices de crecimiento económico.
En Brasil y Chile se hicieron avances en la reducción de la pobreza, pero las protestas populares en esos países expresan el malestar de amplios sectores sociales, ante la evidencia de que los frutos del crecimiento no se repartieron bien, y aumentaron las desigualdades y falta de oportunidades.
En Inglaterra y EE. UU. se frenaron los excesos neoconservadores de Tatcher y Reagan, pero no se cambió la tendencia a la mayor concentración de la riqueza en manos del 1 por ciento.
Lo más grave, que también sucedió en España, es que se continuó con la liberación de los mercados, en especial el financiero, lo que llevó a la gran crisis del 2008, en la que acabaron pagando los platos rotos los sectores más vulnerables y pobres.
La causa de este fracaso radica en la definición misma de la Tercera Vía.
Esta no es un modelo intermedio entre el liberalismo manchesteriano y el comunismo ateo, como la definía la doctrina social de la Iglesia. Este intermedio fue la socialdemocracia europea del siglo pasado, que creó el ‘Estado de Bienestar’ para garantizar educación, salud y protección social a toda la población, y así evitar la propagación de la revolución proletaria.
Por el contrario, la Tercera Vía de Blair la definió su mentor, el profesor Giddens, como “un intento de trascender tanto a la socialdemocracia a la antigua como al neoliberalismo”.
Ese intento de desplazar de la izquierda hacia el centro las políticas socialdemócratas resultó siendo un neoliberalismo moderado.
El lema central de la Tercera Vía, ‘tanto mercado como sea posible, tanto Estado como sean necesario’, es bonito, pero vacío si no se define el objetivo: ¿que sea posible para qué?; ¿que sea necesario para qué?
Puede ser solo para que crezca el PIB o para reducir la pobreza y, en este caso, las diferencias con el neoliberalismo son solo de matices.
La Tercera Vía solo será una alternativa diferente si su objetivo es democratizar la propiedad como dice el Artículo 60 de la Constitución.
Mauricio Cabrera G.
Consultor privado