Comenzó en Cali el Foro Nacional sobre Víctimas del conflicto, solicitado por los negociadores de La Habana y organizado por Naciones Unidas y la Universidad Nacional, con el objetivo de recoger las propuestas de las víctimas que deben ser incluidas en el acuerdo final al que deben llegar el Gobierno y la guerrilla.
Aunque todos los puntos de la agenda de las negociaciones son muy complejos, el de las víctimas puede ser el más difícil de todos. La razón es que es mucho más difícil llegar a acuerdos sobre un pasado que ya no se puede modificar, que sobre un futuro que se está por construir.
En los tres temas que ya se han cerrado, se han logrado acuerdos sobre lo que se debe hacer: cómo impulsar el desarrollo agrícola con equidad, cuáles deben ser las reglas para garantizar la participación política de la oposición y cómo desmontar el negocio del narcotráfico. No será tarea sencilla su implementación, pero son acuerdos sobre el futuro.
Por el contrario, en el tema de las víctimas, el peso del pasado es determinante, sobre todo cuando está cargado de tanto dolor y agonía. Es el vacío de vidas sacrificadas que no pueden ser reemplazadas, son años de destierro o de cautiverio que no pueden ser devueltos, son heridas que pueden haber sanado, pero dejaron cicatrices que no desaparecen.
Cuando hay tanto sufrimiento acumulado, es grande la tentación de tomar el camino de la venganza, pero la ley del ojo por ojo solo lleva a que todo el mundo termine ciego, como decía Gandhi, porque reproduce y alimenta la espiral de la violencia. Por eso es urgente la reconciliación y es esperanzador ver cómo muchas víctimas están dispuestas al perdón para romper esa espiral de 60 años de conflicto fratricida y empezar a construir la paz.
Pero la paz y la reconciliación solo serán posibles y duraderas si las víctimas obtienen verdad, justicia, reparación y garantía de no repetición. Sobre ese principio general no hay discusión, pues lo aceptan víctimas y victimarios, lo que no es claro es cómo aplicarlo en nuestro país, ni cómo replicar experiencias exitosas como las de Irlanda o Suráfrica, entre otras razones, porque en esos países solo eran dos los bandos en conflicto, mientras que acá hay víctimas de la guerrilla, de los paramilitares, de los narcotraficantes y de las mismas Fuerzas del Estado.
En la necesidad de buscar un consenso entre la heterogeneidad de las víctimas sobre los mecanismos e instrumentos para la reconciliación radica la importancia del Foro Nacional. En este, así como en los foros regionales celebrados el mes pasado en Villavicencio, Barrancabermeja y Barranquilla, se trata de oír las voces de más de 3.000 representantes de las víctimas para organizar y sistematizar las propuestas que unos 60 delegados llevarán a la mesa de negociaciones de La Habana.
Para superar el debate sobre la escogencia de esos delegados, puesto que todos quieren ir, conviene recordar que en La Habana no se va a esclarecer la verdad respondiendo a los interrogantes de las víctimas, ni se va a impartir justicia, ni se van a hacer reparaciones. Es apenas el paso previo para acordar los procedimientos y la forma de cómo se van a satisfacer los derechos de las víctimas, que deben ser aplicados no solo para las de las Farc, sino para todos los que han sufrido los horrores del conflicto, cualquiera que haya sido el victimario. La voz de las víctimas es indispensable para la paz.
Mauricio Cabrera G.
Consultor privado
mcabrera@cabreraybedoya.com