Qué semanita la que acaban de tener las economías emergentes... Varios países en desarrollo tuvieron que tomar medidas desesperadas para tratar de contener la devaluación de sus monedas. El banco central de Turquía elevó las tasas de interés para tratar de detener la fuga de capitales que ha impulsado una devaluación de la lira. Las autoridades de Sudáfrica e India también aumentaron sus tasas, pero no pudieron evitar la depreciación de sus monedas. Entre tanto, en Argentina siguen cayendo las reservas internacionales, a pesar de la devaluación registrada en días pasados.
Con estos hechos concluye oficialmente la ‘década de América Latina’ y se acrecientan las preguntas sobre si estamos ante una situación tan crítica como la de fines del siglo pasado. Hay que recordar que la crisis financiera que enfrentaron Rusia y varias naciones asiáticas a finales de los años noventa terminó contagiando a todos los países emergentes, a tal punto que en 1999 la economía colombiana se contrajo más de 4 por ciento, su peor desempeño en 75 años.
¿Qué tan grande es el riesgo actual? Para saberlo, conviene recordar la naturaleza de lo que está pasando. En los últimos años, las economías latinoamericanas disfrutaron de dos circunstancias favorables para su crecimiento: altos precios internacionales de sus exportaciones, gracias a la fuerte demanda de países como China, y abundantes entradas de capitales, resultado principalmente de la inyección de dólares de la Reserva Federal para impulsar la recuperación estadounidense. Ahora, ambas fuerzas se están revirtiendo: los datos más recientes muestran un debilitamiento de la economía china mayor que el esperado, mientras que el banco central estadounidense confirmó esta semana que la abundancia de dólares será cosa del pasado.
Pero no todos los países emergentes sufrirán por igual ante esta situación. Los que hayan acumulado un mayor desequilibrio en su balanza de cuenta corriente (lo que le venden al mundo menos lo que le compran), enfrentarán un mayor frenazo por la caída de sus exportaciones y la dificultad para financiar el hueco externo. De otro lado, los que hayan acumulado grandes desequilibrios macroeconómicos (en temas como las finanzas públicas y la inflación) tendrán menos margen para enfrentar las dificultades con políticas anticíclicas.
Para la economía colombiana hay noticias tranquilizantes y una luz de alerta. En los últimos años, el déficit de cuenta corriente ha crecido hasta rondar el 3 por ciento del PIB, pero ha sido plenamente financiable con el saldo neto positivo que ha dejado la inversión extranjera que ha llegado al país. Además, el Gobierno ya ha garantizado la financiación necesaria para este año, y los mercados internacionales nos siguen viendo con buenos ojos gracias a la situación de las finanzas públicas y al control de la inflación.
En condiciones normales, esto bastaría para estar tranquilos, pero en este entorno de zozobra internacional hay que redoblar la vigilancia sobre las cifras, porque estamos en un año electoral y ante unas negociaciones de paz, y cualquiera de esas dos circunstancias puede terminar desbarajustando las cuentas.
Mauricio Reina
Investigador de Fedesarrollo