Durante mucho tiempo la economia colombiana se mantuvo al margen de la zozobra que ha acompañado al país desde hace décadas. La separación de ambas dimensiones era tal que algún líder gremial llegó a acuñar una célebre frase que decía: “El país va mal, pero la economía va bien”.
Ahora las cosas pueden estar cambiando. El pesimismo provocado por cuestiones como la polarización política y los escándalos de corrupción parece estar permeando el ánimo de los agentes económicos y sus decisiones, amenazando así con llevarse por delante la recuperación que tanto trabajo nos ha costado.
Las condiciones estaban dadas para que este año arrancara con mayor optimismo económico que el pasado. El desempeño del PIB en el último trimestre del 2016 fue mejor que el que proyectaban muchos analistas; la inflación sigue descendiendo hacia su meta, sin que se haya cristalizado el impacto alcista que muchos pronosticaban por el aumento del IVA; las tasas de interés están bajando de manera lenta pero sostenida; las exportaciones ya empezaron a reaccionar; y el mercado laboral arrojó resultados positivos en el primer mes de este año.
Todo ello significa que el país pudo minimizar los estragos del ajuste que está llegando a su fin, y que están sentadas las bases para la recuperación. Pero va uno a ver qué piensa la gente y parece que estuviéramos en un país con una economía de guerra. El Índice de Confianza del Consumidor que calcula Fedesarrollo llegó en enero al nivel más bajo de su historia, y si bien tuvo una leve recuperación en febrero, sigue moviéndose en terreno negativo. Entre tanto, la encuesta Gallup muestra que en febrero el 82 por ciento de los colombianos pensaba que la economía estaba empeorando y solo 13 por ciento creía que estaba mejorando.
Es innegable que el ánimo de la gente está por el suelo, pero ese pesimismo no había permeado sus decisiones de gasto. De hecho, la alta correlación que ha existido históricamente entre el Indice de Confianza del Consumidor y el gasto en consumo se empezó a erosionar hace un año: mientras el primero se fue al subsuelo, el consumo siguió creciendo a la par con la economía. Una contradicción análoga se presenta en los datos de Gallup: aunque más de 80 por ciento de los encuestados piensa que la economía está empeorando, la proporción de los que piensan que su poder adquisitivo es el principal problema del país está en niveles comparativamente bajos para los últimos diez años.
Y en esas estábamos, celebrando el divorcio entre el pesimismo de los colombianos y sus decisiones de gasto, cuando el Dane nos informó que la industria y el comercio se contrajeron en el mes de enero (0,2 por ciento y 2,2 por ciento respectivamente). Esos datos revelan un marcado debilitamiento del gasto de los colombianos, que no se compadece con factores económicos como la situación del mercado laboral, la inflación y las tasas de interés, y que refleja temores de otra índole. ¿Tanto va el cántaro del pesimismo al agua hasta que rompe la economía?
Mauricio Reina
Investigador asociado de Fedesarrollo
clumnista
El cántaro del pesimismo
Esos datos revelan un marcado debilitamiento del gasto de los colombianos, que no se compadece con factores económicos.
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Mauricio Reina
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