Las alianzas previas a la primera vuelta de las elecciones presidenciales son el tema central de las discusiones políticas por estos días. Y es que el pasado fin de semana dejó claro que la carrera por la presidencia sigue estando abierta.
La revisión de los resultados muestra que algunos ganaron, pero no suficiente como para cantar victoria. Aunque el gran ganador de la jornada fue Iván Duque, con sus cuatro millones de votos, esa cifra no le alcanza para llegar a la segunda vuelta. Ahora tendrá que pelear a brazo partido cada voto adicional, desarrollando la difícil labor de sustraer su campaña de la polarización entre el uribismo y el antiuribismo que ha dividido en dos al país en los últimos años.
En el otro extremo del espectro ideológico están los 2’800.000 votos que logró Gustavo Petro, una cifra importantísima, pero insuficiente para pasar a la segunda vuelta. Si se agregan los 500.000 votos que alcanzó Carlos Caicedo, esa suma llega a los 3.300.000 y le faltaría todavía muchísimo pelo para moño. Aunque algunos dicen que el domingo pasado la izquierda pura mostró que su techo es bajito, no hay que subestimar el potencial que puede tener una campaña populista en uno de los países con peor distribución del ingreso del mundo.
Pero, quizás el resultado más llamativo del fin de semana pasado sea el de quienes votaron para la Cámara y el Senado, pero no lo hicieron por ninguna de las consultas. Estamos hablando de más de siete millones de votos que no parecen estar alineados con ninguno de los extremos del espectro ideológico y que constituyen el botín más codiciado a conquistar. Por eso, no es raro que Germán Vargas Lleras haya hecho un llamado a una alianza nacional, invitando a sus toldas a militantes de los partidos conservador, liberal y de ‘La U’. Además de tratar de conquistar ese potencial electoral, su mayor reto consiste en intentar quitarle a Duque el rol de antídoto contra Petro.
La campaña de Sergio Fajardo también recibió un nuevo aire, cuando algunos ya la habían desahuciado. Entre esos más de siete millones de votos hay muchísimos que no quieren alinearse con los extremos políticos y que, si no caen en las garras de la polarización, pueden reavivar la base electoral que lo mantuvo durante tanto tiempo a la cabeza de las encuestas. Una prueba de ello es la formidable votación de Antanas Mockus, quien se convirtió en el segundo congresista con mayor número de votos de la historia, solo superado por Álvaro Uribe, quien, dicho sea de paso, no logró su meta de superar el millón de votos.
Los próximos días serán ricos en noticias de alianzas promisorias, pero también en las desilusiones que producen las componendas politiqueras que tan hartos nos tienen. En todo caso, no hay que desfallecer en el propósito de votar bien: hay opciones para todos los gustos y, como pocas veces en el pasado reciente, cada voto cuenta.