El crecimiento del PIB de 2 por ciento anual en el tercer trimestre tiene dos lecturas. La primera corresponde al microscopio de la coyuntura, e indica que el dinamismo de la economía entre julio y septiembre fue ligeramente menor que el esperado, y que es difícil que se alcance la nueva meta oficial de 1,8 por ciento para el año completo.
El tercer trimestre debería haber sido el periodo estrella de este año en cuestiones de crecimiento. Por un lado, ya debería haberse acelerado, de manera importante, el gasto de los hogares, por la dilución gradual del impacto del aumento del IVA y el impulso de la reducción de las tasas de interés. Por otro, a diferencia de los demás trimestres del año, el tercero se comparaba con un periodo muy flojo del 2016, por el paro camionero, lo que debería haberse reflejado en mayor dinamismo por simple efecto estadístico.
En ese contexto, el 2 por ciento registrado es mediocre y descuadra las cuentas de muchos. Para llegar a un crecimiento de 1,8 por ciento en el año completo se requeriría un dinamismo de alrededor de 2,5 por ciento en el último trimestre, que no será fácil de lograr. Cualquiera diría que esa meta se puede alcanzar, teniendo en cuenta que la economía se está acelerando: al fin y al cabo, pasamos de un crecimiento de 1,2 por ciento en el primer trimestre, a 1,3 por ciento en el segundo, y a 2 en el tercero. Y, la experiencia indica que cuando se acerca Navidad se registra el mayor dinamismo productivo del año.
Sin embargo, las cosas son más complejas. El crecimiento del periodo que va de octubre a diciembre no tendrá la ventaja estadística que tuvo el trimestre anterior, y además la Ley de Garantías, que ya entró a regir, introducirá un obstáculo adicional, en la medida en que conlleva una restricción del gasto público.
Tomando en cuenta esas circunstancias, es muy probable que el crecimiento del 2017 vaya a estar alrededor de 1,5 por ciento. Detrás de esa cifra sobresalen el persistente dinamismo del sector agropecuario, el tímido repunte de la infraestructura, la sorprendente destorcida de la construcción de vivienda y el lamentable comportamiento de la industria, que ya no tiene la excusa de la revaluación que tanto esgrimió en el pasado.
¿Y cuál es la otra lectura del resultado del tercer trimestre? La que uno puede hacer con el telescopio que muestra lo sucedido en los últimos años y las necesidades que tiene el país hacia adelante. Es patético estar discutiendo dos décimas más o dos décimas menos, cuando hemos caído en una trampa de bajo crecimiento.
Durante doce años despilfarramos la lotería de la bonanza minero-energética, sin haber mejorado la calidad de la educación, la productividad de la economía y la competitividad del país, factores clave para recuperar tasas decentes de crecimiento. He ahí la agenda económica esencial para quien quiera ser el próximo presidente de Colombia.