Este idioma castellano, que es el nuestro, es fantástico. Tiene una riqueza y precisión admirable que poco utilizamos. Si respetáramos esta hermosa lengua y la utilizáramos bien, sin duda nos entenderíamos mejor y solucionaríamos muchos de nuestros problemas.
Con frecuencia se dice que Colombia es un rico país agropecuario. También estamos convencidos que nuestro himno es el segundo más hermoso del planeta después de la inmortal Marsellesa.
Los colombianos creemos que nuestras tierras son buenas y que Colombia puede convertirse en una potencia en la producción de alimentos.
Mientras esto ocurre, cada año importamos más de 10 millones toneladas de productos alimenticios de otros países. ¿Cómo explicar entonces que seamos un país rico en tierras y pobre en producción?
Volvamos al castellano: porque una cosa es aptitud, otra vocación y finalmente, una muy distinta es el uso.
Hay tierras en nuestro país que pueden tener una buena aptitud agropecuaria. Quiere decir que se pueden producir alimentos, pero que para que sea rentable se requieren fuertes inversiones en temas como riego, uso de cal, plaguicidas y fertilizantes.
Buenos ejemplos de estas tierras son las de los Llanos Orientales excluyendo el piedemonte. Son tierras ácidas, con una frágil capa de humus, un complejo régimen de lluvias y que exigen por lo tanto muy importantes inversiones para que puedan ser rentables. Tienen aptitud pero eso no basta.
Hay tierras que tienen vocación para un producto como pueden ser frutales o legumbres. Esa vocación hay que explotarla porque la naturaleza las ha dotado de un buen potencial de producción. Muchas veces esas tierras están utilizadas en ganadería o en productos que fueron rentables o tenían demanda, pero hoy no son atractivos. Buenos ejemplos son las tierras dedicadas a los cereales, en los que Colombia no puede competir con otros grandes productores como Argentina o EE. UU., pero que podrían ser interesantes para otros productos.
Finalmente está el uso. Hay tierras que se utilizan para un propósito que nada tiene que ver con su aptitud o vocación. Riquísimas tierras cercanas a los ríos de nuestro país se desperdician en ganadería extensiva. Buenos ejemplos son las riveras del Cauca o del Magdalena y las sabanas de Córdoba.
Esas tierras deberían tener un uso muy diferente y no estar desperdiciadas como pastizales para ganado que tendría que estar entablado. La ganadería extensiva es un lujo costosísimo, sobretodo en tierras de potencial agrícola. La tierra debe, por lo general, producir el alimento del ganado.
El problema del campo colombiano claro que es de ausencia de política agropecuaria y de la ineficiencia de las instituciones asociadas. Para que el campo deje de ser la cenicienta de nuestra economía debemos decirnos la verdad.
Nuestro potencial agrícola requiere trabajo e inversión para poder desarrollarlo. La falta de seguridad ha sido un obstáculo en este proceso. También la ausencia de investigación, la absurda obsesión con el tema de la tenencia, el carácter inequitativo de los circuitos de comercialización, el mal uso del agua, la inadecuada financiación y la falta de infraestructuras.
Pero sobretodo es un problema de saber diferenciar entre tres conceptos bien distintos como son aptitud, vocación y uso.
Miguel Gómez Martinez
Asesor económico y empresarial
migomahu@hotmail.com